viernes, 1 de octubre de 2010
jueves, 19 de agosto de 2010
lunes, 9 de agosto de 2010
domingo, 8 de agosto de 2010
martes, 3 de agosto de 2010
SOSPECHOSAS MANIFESTACIONES PROINMIGRANTES por Osvaldo Raya
«Los cubanos son unos lambiscones de los norteamericanos pero nosotros los mexicanos conocemos muy bien a los gringos y sabemos exigirles nuestros derechos.» Así se expresó un oyente que llamó por teléfono para participar en un programa matutino de opinión en la estación Radio Mambí de la ciudad de Miami. La conocida y prestigiosa periodista cubano-americana Ninoska Pérez respondió serenamente y más o menos así: «Si usted generaliza de esa manera y habla así de los cubanos, yo también podría decir que los mexicanos son unos malagradecidos y que parecería que odiasen a este país a pesar de que vienen aquí a beneficiarse de su prosperidad. Los cubanos, sin embargo, estamos muy agradecidos y amamos y respetamos profundamente al país que nos dio refugio.» Y luego llamaron a la emisora otros oyentes quienes coincidieron con Ninoska y añadieron que ya es proverbial el antinorteamericanismo de los mexicanos. Se sabe, por ejemplo, ‒comentó alguien‒ que en un centro escolar del oeste de la nación hasta se atrevieron a bajar de un asta la bandera de las barras y las estrellas para izar en su lugar la tricolor del águila y la serpiente. Y tan irrespetuoso e insultante, como lo de bajar la enseña americana para subir la mexicana o izarla de manara invertida, fue aquella peregrina idea de promover cantar el himno de la Unión Americana, en español ‒una lengua extranjera. ¡Ah pero ya lo inaudito fue que el presidente de México, el señor Calderón, se ha pronunciado a favor de sabotear al estado de Arizona como venganza a la ley sobre inmigración promulgada por su gobernadora! (Fíjense bien: un estadista extranjero pidiendo sabotear a un estado de los Estados Unidos).
En algún momento del programa radial, otro periodista no se explicaba a qué tanto repudio contra la comunidad cubana, pues, a saber, fueron precisamente congresistas de origen cubano ‒Diaz-Balar, Ileana Ros y otros‒ los que han impulsado leyes y resoluciones a favor de los inmigrantes latinoamericanos, incluyendo a los mexicanos.
Hace poco, en medio de ciertas manifestaciones pro-inmigrantes en los Ángeles, organizadas por grupos de tendencia izquierdista y profundamente antinorteamericanos y que exigen la legalización de los miles y miles de indocumentados, vi, con mis propios ojos, en el telón de fondo de un reportaje de la cadena Univisión, a propósito de estas marchas, un banderón rojo y negro del Frente Sandinista y también aquella espuria y profanadora bandera cubana rediseñada por la tiranía comunista de Cuba, en la cual, como una mancha negra sobre sus franjas blancas y azules, se ha sobrepuesto la silueta del famoso asesino Ernesto Che Guevara, que, dicho sea de paso, es símbolo del antimperialismo y antinorteamericanismo. Para rematar, uno de los líderes de esas protestas masivas en las se condena las redadas de I.C.E. y se denuncia la separación de las familias ocasionadas por las deportaciones, fue atajado por una reportera de Mega TV, un canal hispano que tiene su base en Miami: «Por qué su organización, que tanto habla de los derechos humanos de los ilegales, no se ha solidarizado con las Damas de Blanco que en Cuba marchan también pacíficamente reclamando los derechos de sus esposos encarcelados por delitos de conciencia?» La respuesta fue reveladora del trasfondo comunista de todos estos grupos. El susodicho líder ‒de origen mexicano‒ se explayó con un discurso de agradecimiento y admiración hacia la Revolución de Fidel Castro ‒pura loa lambiscona‒ pero a la vez de condena a los disidentes y Damas de Blanco a quienes considera gente mala por estar luchando contra su propio gobierno, un gobierno bueno ‒según él‒ que envía médicos y maestros a muchos países de América Latina para contribuir a la salud y a la educación de nuestros pueblos. «Por eso ‒añadió‒ jamás marcharía a favor de los opositores cubanos.» Nada, que se me hace muy sospechoso ese famoso movimiento pro-inmigrante y toda esa partida de instituciones que no hacen más que promover el odio contra Norteamérica, acaso el país más hospitalario y solidario del mundo y posiblemente el que más leyes ha promulgado a favor de los inmigrantes y el que más beneficios ha otorgado a los extranjeros que solicitan refugio y trabajo.
Y yo me pregunto qué pasaría si un norteamericano en medio del Sócalo de la Ciudad de México se atreviese a bajar la insignia nacional azteca y subir la yanqui o exhibir en una protesta callejera la bandera mexicana invertida, con el águila de cabeza. O… ¿qué acontecería si a un grupo de norteamericanos en México promovieran cantar la letra del himno mexicano en inglés o si al presidente de los Estados Unidos se le ocurriese sabotear ‒por ejemplo‒ al estado de Quintana Roo o si los guatemaltecos y cubanos varados en México y víctimas de las absurdas leyes de extranjería de ese país, en las que se contempla la deportación de todos los ilegales convocasen a una marcha pro-inmigrante y exigiesen la legalización y la amnistía y todo tipo de reformas? Se conoce cómo son maltratados y las malas condiciones en que están los cubanos que caen en las deplorables cárceles del Departamento de Inmigración mexicano. En la tierra de los aztecas, se discrimina y hasta se desprecia al cubano y al centroamericano que llega, de paso, en busca de la frontera norte adonde les espera empleo y una vida mejor.
En fin, parece que lo políticamente correcto ‒y lo que va con la moda‒ es criticar y culpar a los Estados Unidos de cuanto problema hay en el mundo. Ser anti-norteamericano es algo plausible y hasta lógico. Ahora ‒y me importa un bledo que caigan sobre mí todos los liberales y tontuelos de este planeta‒, si bien la opinión publica acepta toda esa rabieta anti-yanqui, tiene que aceptarme a mí mi propia rabieta. Si se puede ser anti-norteamericano, yo entonces tengo derecho a ser ‒y hay en mí un montón de razones para ello‒ anti-mexicano; así como los mexicanos son antinorteamericanos y hasta anticubanos. ¡Y no me vengan con la cantaleta del racismo y con el lloriqueo de raza maltratada y discriminada! ¡Basta ya de manipulaciones izquierdistas que tienen como propósito desacreditar el pensamiento conservador y destruir la esencia de la gran nación norteamericana!
Como soy cubano y por tanto ‒como dijo aquel oyente mexicano‒ soy un gran lambiscón de los americanos, aqui van, entonces, a propósito de este 4 de julio, mis bendiciones y consignas: ¡Dios bendiga a los Estados Unidos de América! ¡Gloria eterna a los padres fundadores!
sábado, 24 de julio de 2010
BIOGRAFÍA DE UN ESCOLAR por Osvaldo Raya ©
Yo comencé a ir a la escuela tres años después de que fuera terminada en La Habana una réplica exacta --a escala real-- de la famosa Bastilla; mas todo ello con el único fin de atacarla esta vez con tácticas mejores a las empleadas por aquellos locos franceses. Los líderes rebeldes decidieron escoger un día que no fuese el catorce de julio; porque ya julio tenía asignado su propia fecha gloriosa. Pero el régimen de terror ‒recién establecido‒ necesitaba la escasez para poder perpetuarse y, aún a estas alturas, hecha toda una ruina, La Habana continúa en pie de guerra. Por eso todavía no conozco la abundancia; porque, todos los años, el nuevo gobierno anunciaba una crisis y el extraño acoso de ciertos enemigos.
En mis años de estudiante, todo escaseaba: hasta el papel. Entonces al improvisado ministro de Educación se le ocurrió rescatar la moda de los palimpsestos. Cada niño entonces sólo tuvo un cuaderno desde el primer grado hasta el sexto y desde la secundaria hasta la universidad.
Últimamente, cuando casi estoy a punto de ponerme viejo, me ha dado por recapitular los eventos más importantes de mi vida. De ahí que haya podido reconocer en mí conductas más bien raras desde mi primera infancia. Pero ‒¡claro!‒ ahora caigo en cuenta: mi libro de Aritmética había sido impreso sobre mi libro de Geografía y luego el de Biología sobre el de Historia… y lo mismo ocurrió en los grados superiores con las asignaturas de Economía y Filosofía ‒la una sobre la otra. A su vez, estudié los complicados textos de Lingüística y Semiótica encima de los de Historia de la Literatura de la Revolución Cubana que incluían, más que todo, las encendidas arengas de Nuestro Gran Camarada.
lunes, 12 de julio de 2010
sábado, 10 de julio de 2010
viernes, 2 de julio de 2010
A PROPOSITO DEL 4 DE JULIO por Osvaldo Raya
«Los cubanos son unos lambiscones de los norteamericanos pero nosotros los mexicanos conocemos muy bien a los gringos y sabemos exigirles nuestros derechos.» Así se expresó un oyente que llamó por teléfono para participar en un programa matutino de opinión en la estación Radio Mambí de la ciudad de Miami. La conocida y prestigiosa periodista cubano-americana Ninoska Pérez respondió serenamente y más o menos así: «Si usted generaliza de esa manera y habla así de los cubanos, yo también podría decir que los mexicanos son unos malagradecidos y que parecería que odiasen a este país a pesar de que vienen aquí a beneficiarse de su prosperidad. Los cubanos, sin embargo, estamos muy agradecidos y amamos y respetamos profundamente al país que nos dio refugio.» Y luego llamaron a la emisora otros oyentes quienes coincidieron con Ninoska y añadieron que ya es proverbial el antinorteamericanismo de los mexicanos. Se sabe, por ejemplo, ‒comentó alguien‒ que en un centro escolar del oeste de la nación hasta se atrevieron a bajar de un asta la bandera de las barras y las estrellas para izar en su lugar la tricolor del águila y la serpiente. Y tan irrespetuoso e insultante, como lo de bajar la enseña americana para subir la mexicana o izarla de manara invertida, fue aquella peregrina idea de promover cantar el himno de la Unión Americana, en español ‒una lengua extranjera. ¡Ah pero ya lo inaudito fue que el presidente de México, el señor Calderón, se ha pronunciado a favor de sabotear al estado de Arizona como venganza a la ley sobre inmigración promulgada por su gobernadora! (Fíjense bien: un estadista extranjero pidiendo sabotear a un estado de los Estados Unidos).
En algún momento del programa radial, otro periodista no se explicaba a qué tanto repudio contra la comunidad cubana, pues, a saber, fueron precisamente congresistas de origen cubano ‒Diaz-Balar, Ileana Ros y otros‒ los que han impulsado leyes y resoluciones a favor de los inmigrantes latinoamericanos, incluyendo a los mexicanos.
Hace poco, en medio de ciertas manifestaciones pro-inmigrantes en los Ángeles, organizadas por grupos de tendencia izquierdista y profundamente antinorteamericanos y que exigen la legalización de los miles y miles de indocumentados, vi, con mis propios ojos, en el telón de fondo de un reportaje de la cadena Univisión, a propósito de estas marchas, un banderón rojo y negro del Frente Sandinista y también aquella espuria y profanadora bandera cubana rediseñada por la tiranía comunista de Cuba, en la cual, como una mancha negra sobre sus franjas blancas y azules, se ha sobrepuesto la silueta del famoso asesino Ernesto Che Guevara, que, dicho sea de paso, es símbolo del antimperialismo y antinorteamericanismo. Para rematar, uno de los líderes de esas protestas masivas en las se condena las redadas de I.C.E. y se denuncia la separación de las familias ocasionadas por las deportaciones, fue atajado por una reportera de Mega TV, un canal hispano que tiene su base en Miami: «Por qué su organización, que tanto habla de los derechos humanos de los ilegales, no se ha solidarizado con las Damas de Blanco que en Cuba marchan también pacíficamente reclamando los derechos de sus esposos encarcelados por delitos de conciencia?» La respuesta fue reveladora del trasfondo comunista de todos estos grupos. El susodicho líder ‒de origen mexicano‒ se explayó con un discurso de agradecimiento y admiración hacia la Revolución de Fidel Castro ‒pura loa lambiscona‒ pero a la vez de condena a los disidentes y Damas de Blanco a quienes considera gente mala por estar luchando contra su propio gobierno, un gobierno bueno ‒según él‒ que envía médicos y maestros a muchos países de América Latina para contribuir a la salud y a la educación de nuestros pueblos. «Por eso ‒añadió‒ jamás marcharía a favor de los opositores cubanos.» Nada, que se me hace muy sospechoso ese famoso movimiento pro-inmigrante y toda esa partida de instituciones que no hacen más que promover el odio contra Norteamérica, acaso el país más hospitalario y solidario del mundo y posiblemente el que más leyes ha promulgado a favor de los inmigrantes y el que más beneficios ha otorgado a los extranjeros que solicitan refugio y trabajo.
Y yo me pregunto qué pasaría si un norteamericano en medio del Sócalo de la Ciudad de México se atreviese a bajar la insignia nacional azteca y subir la yanqui o exhibir en una protesta callejera la bandera mexicana invertida, con el águila de cabeza. O… ¿qué acontecería si a un grupo de norteamericanos en México promovieran cantar la letra del himno mexicano en inglés o si al presidente de los Estados Unidos se le ocurriese sabotear ‒por ejemplo‒ al estado de Quintana Roo o si los guatemaltecos y cubanos varados en México y víctimas de las absurdas leyes de extranjería de ese país, en las que se contempla la deportación de todos los ilegales convocasen a una marcha pro-inmigrante y exigiesen la legalización y la amnistía y todo tipo de reformas? Se conoce cómo son maltratados y las malas condiciones en que están los cubanos que caen en las deplorables cárceles del Departamento de Inmigración mexicano. En la tierra de los aztecas, se discrimina y hasta se desprecia al cubano y al centroamericano que llega, de paso, en busca de la frontera norte adonde les espera empleo y una vida mejor.
En fin, parece que lo políticamente correcto ‒y lo que va con la moda‒ es criticar y culpar a los Estados Unidos de cuanto problema hay en el mundo. Ser anti-norteamericano es algo plausible y hasta lógico. Ahora ‒y me importa un bledo que caigan sobre mí todos los liberales y tontuelos de este planeta‒, si bien la opinión publica acepta toda esa rabieta anti-yanqui, tiene que aceptarme a mí mi propia rabieta. Si se puede ser anti-norteamericano, yo entonces tengo derecho a ser ‒y hay en mí un montón de razones para ello‒ anti-mexicano; así como los mexicanos son antinorteamericanos y hasta anticubanos. ¡Y no me vengan con la cantaleta del racismo y con el lloriqueo de raza maltratada y discriminada! ¡Basta ya de manipulaciones izquierdistas que tienen como propósito desacreditar el pensamiento conservador y destruir la esencia de la gran nación norteamericana!
Como soy cubano y por tanto ‒como dijo aquel oyente mexicano‒ soy un gran lambiscón de los americanos, aqui van, entonces, a propósito de este 4 de julio, mis bendiciones y consignas: ¡Dios bendiga a los Estados Unidos de América! ¡Gloria eterna a los padres fundadores! ¡Viva el Independence Day!