lunes, 13 de julio de 2009

PATRIOTA SOMOS TODOS por osvaldo raya

Los de allá ‒de la Isla‒ y los de aquí ‒del exilio. Patriotas somos todos, cuando somos patriotas. Como cada cubano es Cuba y patriota cubano es el que ama a ese terruño pero también a esa alma colectiva ‒y vademecum‒ que llamamos Cuba y que por causa de ese amor aporta a su riqueza material y espiritual y la defiende de sus tiranos y la protege de las contingencias naturales o artificiales y le regala ‒a la patria‒ su arte y su amor y como se es patriota esté donde se esté, sea en el exilio ‒como Martí y muchos otros independentistas‒ o en la propia isla; como así es, entonces no hay distinción y no veo yo que se sea más ni menos patriota por estar luchando por la libertad, cerca o lejos de la patria. Ni más ni menos sacrificios se hacen por la patria en un sitio o en otro. Cada cubano sabe lo que debe sacrificar o lo que puede. Y el más pequeño puede ser el más grande porque cualquier sacrificio sirve para la causa. La patria no exige contabilidad ni sumatoria de lo que podemos ofrecerle sino amor, que no es cosa mesurable. Y hay sacrificios en la isla y sacrificios en Miami y en Montreal y en Groenlandia o en Madrid y en Paris, donde hay muchos cubanos trabajando también por la libertad de su adorada Cuba.

Nadie, pues, vaya a creer que me hará sentir disminuido en mi patriotismo ‒ni culpable‒ por no estar en Cuba y luchar desde aquí, desde el exilio, donde muchos creen que es fácil luchar o que no hay nada que sacrificar o que es menos valioso el esfuerzo. Pero no es así. La patria no mide ni hay un patrón para cuantificar y evaluar el patriotismo. No, no es tan sabrosona ‒cómoda o fácil‒ la lucha de los exiliados, como creen algunos. Es dura también, con las ventajas ‒obvias‒ de no estar exactamente en la boca del lobo pero es dura también y sacrificada; porque hasta la cola del lobo es peligrosa. Y muy valiosa es; e, incluso, imprescindible, la lucha de los exiliados. Hay cubanos que donan su tiempo, sus espacios y hasta parte de su salario o de su fortuna y que, lejos de sentarse a disfrutar tranquilamente de las bondades de vivir en tierras de libertad y de gozar egoístamente de la holgura económica, se angustian y no se sienten ni plenos ni felices porque piensan en los suyos de allá de Cuba e imaginan cómo la están pasando aquellos con tantas penurias y carencias, con tanta persecución y desinformación, con tanto desasosiego y desesperanza y se rompen la cabeza pensando a ver cómo hacen para enviar auxilio y apoyar la huelga de éste o la protesta de aquél o respaldar el reclamo de los familiares de los presos. Siempre están ahí, dispuestos a dar, a poner lo que ellos llaman su granito de arena. Y de granito en granito está creciendo la playa donde pronto vendrá a solearse la libertad.

Aquí en Miami hay gente que no duerme pendiente de la llamada que desde Cuba hará algún periodista independiente que escribió una denuncia o algún familiar de prisionero de conciencia. Aquí le ponemos voz a los que no tienen voz y encuentran espacios en la radio y la tele locales. Aquí hay organizaciones que laborean como hormigas llamando aquí y allá, cabildeando, contactando a organismos internacionales de derechos humanos para actualizar las denuncias por las violaciones y maltratos del régimen a la población cubana. Desde Miami se advierte a todos los gobiernos de la infamia y el atropello del gobierno cubano para que desistan de apoyarlo y lograr, acaso, una condena de éstos. Desde Miami se envían vituallas de todo tipo: medicinas, alimentos, ropa y hasta instrumentales médicos. Desde Miami, se hace un llamado a la consciencia mundial para que se tenga conocimiento de la situación actual de la isla en universidades y hasta en parques públicos de ciudades europeas y se organizan protestas frente a las embajadas o consulados del dictador en todas partes. Y desde aquí se viaja con dinero de los patriotas cubanos del exilio para participar en asambleas y congresos internacionales y dar conferencias de prensa y enfrentarse muchas veces a las turbas contratadas por los Castros ‒supuestas organizaciones internacionales de solidaridad con la Revolución Cubana‒ que le salen al paso, hasta con golpes y palabras soeces y con palos. Aquí se sufre de las decepciones, de las traiciones, de las falsedades que sufrieron también los emigrados cubanos que lucharon en otro tiempo por ver a Cuba libre del yugo español y que sufren todos los que en la historia de la humanidad tuvieron alguna vez el reto de enfrentar a los tiranos y no descansar hasta vencerlos. Toda lucha es así. Es normal. Pero en toda lucha hay gente que no se cansa ni se derrumba con el primer fracaso. Y eso pasa en Cuba y en Miami y en todos los rincones de la lucha y en todos los campos de batalla.

La patria no mide. Cuba no mide ni discrimina. El amor a ella también es inconmensurable y la bondad y el sacrificio. El tiempo a la patria no se reparte ni en horas ni en días ni en minutos. Dura lo que la eternidad y trasciende de vida en vida, de siglo en siglo y para siempre es; porque el tiempo de la patria es todo el tiempo y es el tiempo de todos los días de un cubano.

Empero más respeto hay que exigir para los asuntos de la patria. El patriotismo no es farándula ni tema amarillista ni comadreo ni rencilla de vecindades, ni hay cátedra ni academia de patriotismo. No hay divas ni divos, en la causa por la libertad de Cuba y todo esfuerzo nunca es mínimo y nunca es máximo. Ni nadie puede alardear o pavonearse de sus sacrificios o riesgos porque la patria no es pavo y mucho menos plumaje o artificio. Los hombres no vociferan su grandeza ni alardean de su capacidad de darse y de dar. Los hombres grandes callan porque de todos modos la patria y Dios escuchan. Y es que el héroe más heroico ‒el más grande‒ tal vez no lo conozcamos nunca; porque ahora mismo está muriendo, callado, sin la posibilidad de ufanarse de su patriotismo ni de su loable virilidad, encerrado en lo oscuro de su profunda mazmorra, donde soporta con dignidad y valentía, el suplicio de sus verdugos. El patriotismo y el heroísmo no son nombramientos. Ninguna institución ‒o ninguna universidad‒ puede expedir los títulos que sólo la conciencia de cada cual otorga. Nadie le dice a nadie «tú eres un héroe o tú eres más héroe o más patriota que tal o cual otro cubano.» Nadie está por encima de la patria misma como para evaluar quiénes son o no buenos patriotas o cuál grado de patriotismo puede ostentar este o aquel cubano. La patria es la patria y el amor es el amor y no una apreciación de alguien, no un juicio personal o consenso siquiera de especialistas o autoridades en materia de historia o socio-política. Ni es filosofía la patria como para que ningún filósofo o académico decida si ya pasó o no de moda el espíritu de sacrificio, la utilidad de la virtud, el excepcionalismo y la ejemplaridad o el altruismo de ciertos hombres que lo dieron todo por la patria. Nadie tiene derecho a decir que los mártires actuaron como suicidas y que no valió la pena tamaño sacrificio. Nadie tiene la atribución de deshojar nuestra experiencia histórica, nuestras leyendas y epopeyas ‒y hasta ciertos necesarios mitos‒; a fin de alentar el desencanto y el pesimismo. No es moral ni patriótico ni siquiera es de hombre sino de hembra asustadiza y perfumada desestimar y desestimular el altruismo. No se cuestiona ninguna gestión a favor de la libertad, por inútil o pueril que parezca o por muy idealizada o mística. A la patria se la ama y ya. Y a los patriotas de ayer y de hoy ‒y los de siempre‒ se les respeta y se les honra y agradece. Se ama o no se ama a la patria. Nadie puede ‒ni pudo ni podrá‒ amarla más ni menos sino amarla y nada más. Eso es lo que pedimos: amor ‒pero no mucho ni poco sino amor‒ para Cuba. Eso ya es bastante para que se vaya iluminando el camino que nos conduzca a nuestro mejoramiento como nación y como pueblo.

Y es hora ya de desechar la vara de medir lo que hace o no un patriota ‒siempre que sea patriota‒ y de soltar la balanza de pesar y sopesar los sacrificios. Todos pagamos un precio ‒el que sea‒ por querer que Cuba sea libre y batallar por ella. Es hora de quitarnos los apegos y las egolatrías y se integre como una sola la sangre de todos los cubanos. Cuando se construye un edificio, no queda grabado en cada ladrillo de cada pared la firma del albañil que lo colocó. Todos somos albañiles y no importa si este ladrillo lo puse yo o fuiste tú o tu primo quien lo puso o si fue un patriota de la Isla o del exilio o si era joven o viejo o del exilio histórico o del que no tiene historia hecha todavía porque la está haciendo ahora mismo, en lo que alguien discursa por ahí quiénes tienen o no historia.

La patria es de todos y la lucha también. Y de todos es el deber de procurar su libertad y destronar al tirano. Ni es sólo de los de allá ni sólo de los de aquí. Porque no sé yo ‒ni sabe nadie‒ que haya dos o tres Cuba y sí sé que alma cubana es la que tienen todos los cubanos, excepto los desalmados. De todas formas son cubanos todos aquéllos que una vez fueron cubanos de la Isla y tuvieron que convertirse en cubanos del exilio. Todos somos cubanos de la Isla. Los que se quedaron en Cuba, los que vinieron a Miami o se fueron a Australia o tuvieron que huir en un papalote al planeta Marte para que la maquina comunista de matar y de hacer pobres no los tragase. Todos estuvimos en la Isla aunque haya sido una hora, un minuto. Y luchamos allá y ahora luchamos aquí o más allá. O si no… ¡de dónde vienen los cubanos!

E insisto: no existe el mucho patriotismo ni el poco. Únicamente existe el patriotismo. Se es o no se es patriota.
http://osvaldo-raya.blogspot.com/

2 comentarios:

  1. Amigo Raya...
    Tal vez te encuentres algunos mas en el corazon del exiliocubano: Miami.

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  2. Yo cada día me siento más orgullosa de tener un amigo como tú... estremecedor está tu análisis, como sólo lo puede escribir un cubano que lo hace con el corazón y con una densa ideología patriótica. Sólo así se puede hablar desde lo alto del alma. Gracias Raya!!!!!!!!

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FREEDOM FLIGHT

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por ANGEL PEREZ pintor cubano-americano