Este trabajo es tambien una ponencia que envie al congreso virtual internacional de bloggeros por la libertad y contra el totalitarismo
¿Reconciliación? ¿Con quién será que tengo que reconciliarme después de todos estos años de opresión e intolerancia bajo el régimen comunista de los Castro? A ver… a ver… ¡Ah, ya sé!:
Necesito reconciliarme conmigo mismo, tratar de tener compasión y tolerancia y poder entender a aquel mismo niño ‒que era yo‒ que gritaba orgulloso « ¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!» Pero por suerte no llegué a ser el asesino ‒matador de cubanos‒, ése al que debería imitar, según la bárbara consigna de la Organización de Pioneros de Cuba ‒los boyscouts del comunismo. De igual modo, tengo también que reconciliarme con aquel joven cederista ‒miembro de los C. D. R. (Comités de Defensa de la Revolución), organización encargada de la vigilancia o espionaje a nivel de barrio‒ y hasta con el compañero militante de la Unión de Jóvenes Comunistas cuyo carnet era motivo ‒de acuerdo con sus convicciones de entonces‒ para sentirse como más puro y mejor ser humano. Tengo que ser tolerante con aquel estudiante universitario que escribió una tesis de literatura que era una verdadera loa a la poesía revolucionaria, el mismo que ya siendo profesional fue expulsado de su puesto de profesor de literatura --y ademas detenido y acosado por la Policia Politica-- por no seguir los parametros socialistas de la enseñanza. Además, necesito tratar de entender y perdonar a ese que fui yo mismo y que idolatró por mucho tiempo al líder máximo de la Revolución Cubana ‒el Gran Usurpador de la República‒ porque hasta llego a creerlo poseedor de virtudes extraordinarias, casi un todopoderoso a la altura de un dios. Sí. Osvaldo Raya le pide perdón Osvaldo Raya, el militante al disidente, el militante al exiliado, el militante revolucionario al activista contrarrevolucionario que al cabo resultó ser el mismo que cuando niño quería ser como el Che y hacía en su adolescencia y juventud trabajos voluntarios los domingos o participaba de la guardia de los C. D. R. y combatía el fraude, el desvío de recursos del estado, el promocionismo en la educación y otros males reconocidos oficialmente como errores de la Revolución. Claro, yo no sabía que la Revolución misma era el error, que el mal era la Revolución y que sus dirigentes eran los más equivocados, fraudulentos, corruptos y hasta asesinos. No lo sabía o no quería saberlo o no podía saberlo. Yo no sabía que hasta yo mismo estaba equivocado, que mi posición favorecía ‒nada menos y nada más‒ que a los peores opresores que haya tenido jamás el pueblo de Cuba. Pero un día lo supe definitivamente. Yo creía que aquella utopía era algo noble, romántico, maravilloso y que significaba mejoramiento y perfección como si fuese el credo de una nueva iglesia. Por eso, también el Osvaldo Raya ateo le pide comprensión y tolerancia al Osvaldo Raya espiritualista y religioso, al libre pensador y trascendentalista. Y le pide perdón a Dios por haber estado del lado contrario de la divinidad. Osvaldo Raya se debe reconciliar con Osvaldo Raya, porque el uno fue victima del otro. Y cada cubano consigo mismo.
Necesito reconciliarme conmigo mismo, tratar de tener compasión y tolerancia y poder entender a aquel mismo niño ‒que era yo‒ que gritaba orgulloso « ¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!» Pero por suerte no llegué a ser el asesino ‒matador de cubanos‒, ése al que debería imitar, según la bárbara consigna de la Organización de Pioneros de Cuba ‒los boyscouts del comunismo. De igual modo, tengo también que reconciliarme con aquel joven cederista ‒miembro de los C. D. R. (Comités de Defensa de la Revolución), organización encargada de la vigilancia o espionaje a nivel de barrio‒ y hasta con el compañero militante de la Unión de Jóvenes Comunistas cuyo carnet era motivo ‒de acuerdo con sus convicciones de entonces‒ para sentirse como más puro y mejor ser humano. Tengo que ser tolerante con aquel estudiante universitario que escribió una tesis de literatura que era una verdadera loa a la poesía revolucionaria, el mismo que ya siendo profesional fue expulsado de su puesto de profesor de literatura --y ademas detenido y acosado por la Policia Politica-- por no seguir los parametros socialistas de la enseñanza. Además, necesito tratar de entender y perdonar a ese que fui yo mismo y que idolatró por mucho tiempo al líder máximo de la Revolución Cubana ‒el Gran Usurpador de la República‒ porque hasta llego a creerlo poseedor de virtudes extraordinarias, casi un todopoderoso a la altura de un dios. Sí. Osvaldo Raya le pide perdón Osvaldo Raya, el militante al disidente, el militante al exiliado, el militante revolucionario al activista contrarrevolucionario que al cabo resultó ser el mismo que cuando niño quería ser como el Che y hacía en su adolescencia y juventud trabajos voluntarios los domingos o participaba de la guardia de los C. D. R. y combatía el fraude, el desvío de recursos del estado, el promocionismo en la educación y otros males reconocidos oficialmente como errores de la Revolución. Claro, yo no sabía que la Revolución misma era el error, que el mal era la Revolución y que sus dirigentes eran los más equivocados, fraudulentos, corruptos y hasta asesinos. No lo sabía o no quería saberlo o no podía saberlo. Yo no sabía que hasta yo mismo estaba equivocado, que mi posición favorecía ‒nada menos y nada más‒ que a los peores opresores que haya tenido jamás el pueblo de Cuba. Pero un día lo supe definitivamente. Yo creía que aquella utopía era algo noble, romántico, maravilloso y que significaba mejoramiento y perfección como si fuese el credo de una nueva iglesia. Por eso, también el Osvaldo Raya ateo le pide comprensión y tolerancia al Osvaldo Raya espiritualista y religioso, al libre pensador y trascendentalista. Y le pide perdón a Dios por haber estado del lado contrario de la divinidad. Osvaldo Raya se debe reconciliar con Osvaldo Raya, porque el uno fue victima del otro. Y cada cubano consigo mismo.
De todos modos, además de a mí mismo, urge que le pida perdón, por haber aplaudido alguna vez a sus verdugos, a todos los que fueron prisioneros políticos, a los fusilados y torturados a nombre de la Revolución que se proclamaba a sí misma salvadora y dignificante. Pido reconciliarme con todos aquellos compatriotas míos que se alzaron en la Sierra del Escambray y que yo mismo los llamaba bandidos y no libertadores. Pido perdón a mi familia que está aquí, en Miami, a quienes alguna vez tildé de traidores a la patria, tal como me sugiriera mi maestro de Historia en la escuela secundaria. Urge reconciliarme con la memoria de Pedro Luis Boitel a quien los comunistas dejaron morir de hambre en una celda del castillo de El Príncipe en La Habana, mientras yo asistía en esa misma época a las multitudinarias marchas de apoyo al máximo líder de la Revolución, aquel que se blasonaba en sus discursos de ser el defensor de los cubanos pero en realidad era quien daba directamente las órdenes para encarcelar y torturar y fusilar a todo opositor. Muchos creíamos que estábamos ante un santo justiciero. Pero era un monstruo. Es un monstruo. El demonio en persona. Y el peor enemigo de los cubanos de todos los tiempos. Y pido perdón a la madre de Boitel y a todas las mujeres que sufrieron persecución y cárcel o sufrieron a causa del destino fatídico de sus hijos o de sus maridos por haber decidido ser hombres libres y luchar por la libertad y en contra la tiranía. Me estafaron, sí; y me usaron. Pero nunca es tarde para descubrir la estafa y acercarnos a la verdad y ser honestos con nosotros mismos. Nunca es tarde para ver y entender la luz. Para luchar contra los que estafan y manipulan a los pueblos, es decir, contra la macabra mano de los comunistas.
Nada tengo que dialogar con quien me usurpa la patria y la dignidad. Ni tengo yo que reconciliarme con el tirano sino odiarlo más, rechazarlo cada día más y con toda mi alma. Entonces ¿cómo coño mi presente va a reconciliarse con mi pasado, si mi pasado aún sigue siendo mi enemigo y mi vergüenza? Está bien: El otrora comunista Osvaldo Raya tiene que pedirle perdón y reconciliarse con este Osvaldo Raya de hoy, disidente y exiliado; no a la inversa. Jamás a la inversa. Nadie se reconcilia con sus demonios porque toda reconciliación entraña al menos un mínimo de reconocimiento de alguna virtud y no hay virtud ninguna en el crimen, en la estafa, en el odio inoculado, en la inmoralidad y la ignominia. No sé yo que alguien dialogue con el asesino de su hijo o con el atracador, el violador, el ladrón de tu casa y de tus bienes. No se yo eso. No lo he visto nunca. Ni en las películas. ¿Acaso los que me están invitando a esa inaceptable e indigna reconciliación, a ese diálogo con los que tienen las manos manchadas de sangre o enrojecidas de tanto aplaudir la dictadura, acaso ‒digo‒ ya se habrán reconciliado, como hice yo, con ellos mismos? ¿Borrón y cuenta nueva? ¡Imposible! (No sé ‒por ejemplo‒ que la izquierda de España parezca muy dispuesta al borrón y cuenta nueva ‒como se le exige a los exiliados cubanos de Miami‒ con el rollo ese de la Ley de la Memoria Histórica y hasta ahora nadie ha criticado a los españoles víctimas del franquismo ‒y sí a los cubanos víctimas del castrismo‒ por insistir e insistir en sus viejas llagas. Tampoco nadie se atreve a condenar de intolerantes a los judíos quienes, aún en estos días, no aceptan escuchar de sus grandes orquestas la música del famoso musico del siglo XIX Richard Wagner que tanto gustaba a Hitler, el despiadado y antisemita dictador alemán del siglo XX).
¿Olvidarme? ¿Reconciliarme? Si me olvido, ¿cómo van a aprender la lección las nuevas generaciones? ¿Si me reconcilio con los demonios propios y con los de mis verdugos, cómo les explico a mis hijos y a mis nietos que alguna virtud encontré en los que son sólo ejemplo absoluto del pecado y del mal? ¿Cómo mostrarles la diferencia entre lo puro y lo impuro, entre Cielo y el Infierno? Si olvidamos, si borramos de la historia el crimen del tirano o los errores e ingenuidades nuestras --como pueblo--, no tendremos modo de reconciliarnos con el futuro. No podemos podemos pasar ninguna pagina de ningun libro hasta que no la hayamos leido bien e, incluso, releido.
No puede haber bloggero cubano que se respete ‒ni de cualquier lugar enlodado por el crimen y la falta de libertad‒; no puede haberlo que no avive la memoria y la ponga bien fresca y reflexiva a la disposición de sus lectores. http://osvaldo-raya.blogspot.com/
No puede haber reconciliación ni perdón en los términos absolutos de las palabras.
ResponderEliminarPuede que haga falta un poco de paciencia y tolerancia para no arrastrar por las calles a los causantes de tanto mal para Cuba y que la justicia se haga cargo de ellos.
No puede haber reconciliación con quienes no se reconcilian ni con ellos mismos, Fidel y compañía nunca nos perdonaran, nosotros no podemos tenderle la mano del perdón tampoco, la petición de reconciliación no es mas que una campaña que forma parte del entramado ideológico-diabólico de la dictadura cubana.
ResponderEliminarQue los perdone dios, por que yo al igual que todos los cubanos dignos, no podemos perdonarlos.
ResponderEliminarLa sangre derramada por tantos cubanos dignos seria profanada, con ese perdon o reconciliacion.