Existe como una innata e inconsciente sabiduría de los individuos a la hora de usar el idioma con ciertas sutilezas e intencionalidades. El machismo tiene códigos lingüísticos muy bien perfilados y es una especie de credo en el que se establece que el macho remacho debe, todo el tiempo, ufanarse de su rudeza y no mostrarse vulnerable por causa de sus sentimientos. Él deberá mantenerse en control y medir sus expresiones. No ha, pues, de excederse en palabras de ternura y admiración al referirse a sus seres queridos; lo cual constituiría una vergonzosa debilidad.
Mas… ¿cómo sabe el beodo ‒casi siempre inculto‒ que es preferible decir la esposa mía o la mujer mía que mi esposa o mi mujer, si es que no quiere que los compinches del bar se enteren tan crudamente cuán enamorado está de su cónyuge y cuánto la respeta? En efecto, al colocar el pronombre posesivo (con función adjetiva) después ‒y no antes‒ del sustantivo (o nombre) esposa, se produce la sensación de haber restado importancia a la posesión ‒o apego‒; es decir, a lo afectivo y tierno. Además, según el código ‒y la gramática‒ machista, el varoncito no debe referirse a su progenitora como a mi madre o mi vieja ‒o metafóricamente mi pura‒, dándole así prioridad al pronombre. Con ello podría revelarse demasiada dependencia y hasta falta de madurez y carácter. Lo mejor es decir la madre mía o la vieja mía. O la pura mía.
Por otra parte, la mayoría de los jóvenes en Cuba suelen ‒en ese argot callejero pero válido… ¿por qué no?‒ hacer referencia a su novia como a la jeba. Pero, a la hora de colocar un adjetivo que indique posesión, lo hacen después del nombre. Tal es la clave para disimular, ante los socios del barrio, que se muere de amor por su novia y que ésta lo tiene medio embobecido. Se los oye decir la jeba mía y no mi jeba.
¡Y qué decir de las formas empleadas para expresar afecto entre hombres, sin que nadie dude de la sexualidad de nadie!: Escúchase con mucha más frecuencia «te presento a un amigo mío» que «te presento a mi amigo.»
Curioso… ¿eh?
http://osvaldo-raya.blogspot.com/
Mas… ¿cómo sabe el beodo ‒casi siempre inculto‒ que es preferible decir la esposa mía o la mujer mía que mi esposa o mi mujer, si es que no quiere que los compinches del bar se enteren tan crudamente cuán enamorado está de su cónyuge y cuánto la respeta? En efecto, al colocar el pronombre posesivo (con función adjetiva) después ‒y no antes‒ del sustantivo (o nombre) esposa, se produce la sensación de haber restado importancia a la posesión ‒o apego‒; es decir, a lo afectivo y tierno. Además, según el código ‒y la gramática‒ machista, el varoncito no debe referirse a su progenitora como a mi madre o mi vieja ‒o metafóricamente mi pura‒, dándole así prioridad al pronombre. Con ello podría revelarse demasiada dependencia y hasta falta de madurez y carácter. Lo mejor es decir la madre mía o la vieja mía. O la pura mía.
Por otra parte, la mayoría de los jóvenes en Cuba suelen ‒en ese argot callejero pero válido… ¿por qué no?‒ hacer referencia a su novia como a la jeba. Pero, a la hora de colocar un adjetivo que indique posesión, lo hacen después del nombre. Tal es la clave para disimular, ante los socios del barrio, que se muere de amor por su novia y que ésta lo tiene medio embobecido. Se los oye decir la jeba mía y no mi jeba.
¡Y qué decir de las formas empleadas para expresar afecto entre hombres, sin que nadie dude de la sexualidad de nadie!: Escúchase con mucha más frecuencia «te presento a un amigo mío» que «te presento a mi amigo.»
Curioso… ¿eh?
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no habia cavilado en eso, mmmm ... cierto.
ResponderEliminarprofe, ahi tiene algo en mi blog, gracias por compartir sus reflexiones con nosotros
ResponderEliminarRaya, lo acabo de copiar para subirlo a mi blog. Encaja muy bien por el día de las madres. Gracias una vez más por compartir todo eso con nosotros y por tu generosidad al extenderlo también a nuestros lectores. Un abrazo cargado de afecto.
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