La valentía no es el atributo que identifica al bravucón de barrio, a ese embrión de terrorista que abunda por las calles de todas las ciudades. No puede ser valiente sino cobarde el delincuente y el provocador, el violador, el ladrón, el que no tiene la fuerza de carácter suficiente como para luchar de frente y caminar por el camino recto. Solo los que tienen fobia al trabajo y al sacrificio, optan por los atajos y los senderos torcidos. Son exactamente ejemplo de cobardes, de personas excesivamente débiles, sin bandera ni principios. Ser un hombre valiente no necesariamente es el que no tiene temor de enfrentarse a puñetazos con otro hombre o de vérselas con la bestia más brava. El hombre bueno siempre es un hombre valiente. La bondad ‒si es autentica‒ es un pilar bien afincado, que cualquiera no puede derribarlo y hay que ser bravo de espíritu para salir intacto de la tormenta y seguir enhiesto, con la cabeza alzada. Es duro y difícil ser bueno y exige de nosotros valor y firmeza; en cambio, es fácil ser malo, ser tramposo o asesino porque, para ello, ni son necesarios el arrojo y el valor. Por eso digo que la valentía es un concepto asociado a las cimas humanas y no a sus bajezas; pues no es otra cosa que una actitud cabal en la batalla mayor: la lucha por el mejoramiento humano, por tratar de vivir a la altura de los requerimientos de los nuevos tiempos y de la propia divinidad.
No siempre el bravucón ‒el gallito‒ tiene lo que tiene que tener un hombre para no caer en debilidades como las drogas o el alcoholismo, para no traicionar al amigo, para amarlo y apoyarlo, para sostener unida y amparada a su familia. No siempre el bravucón tiene bien puesta la faja en sus pantalones para educar como es debido a sus hijos y para guiarlos en el bien y en el amor. Mantener una hoja de vida limpia ante la sociedad, exige de cada cual la valentía que hace falta para no corromperse y resistir los embates de la economía, sin acudir a los facilismos y las alternativas de la ilegalidad y el crimen. El hombre honesto es un hombre valiente. Y el hombre apegado a la ley y a las normas de la convivencia social. Cada individuo debe ser capaz de hacer valer los valores morales en los que cree y debera defender, contra todo pronóstico de fracaso, su ética rigurosa. Y bravo es el que decide no delinquir, no ceder a las tentaciones y vivir sobre la base de la legalidad y el trabajo; a pesar de los cantos de provocadoras sirenas. Pero un cobarde es siempre camaleónico y oportunista y es el que cae fácilmente en las trampas demoniacas de la ambición y de la falta de fe en la virtud. Cobardes son los que no se comprometen con ninguna postura o con ningún ideal y van de un lado a otro, según sople el viento. Las posiciones relativistas, la contrición, la dualidad de carácter son características de aquel que carece de valentía y virilidad. No se puede vivir como un equilibrista pretextando ser justo y equitativo ‒optando por posiciones mediadoras o de un tercer bando, enajenado e indiferente‒; porque así quedarían demasiados espacios en blanco, demasiados vacíos en las soluciones de los problemas. El que vive replegado no vive. Hay que batallar y mirar cara a cara los desafíos de la existencia. El que evade el amor es un cobarde y el que evade la vida y las responsabilidades en la lucha por el mejoramiento de la sociedad humana. Es un miedoso el indiferente, el petimetre, el wannabe, el que mira el juego desde afuera y el que reniega de su compromiso con las verdades universales y de su misión aquí en la tierra. Los que no tienen una postura firme ‒los que no se pronuncian ni se definen ante los retos de la sociedad o la política‒ no son hombres valientes sino cobardes, aunque no sientan miedo de batirse con un león enfurecido. La vida es un león aún más fiero y grande, más temible. Mucho valor hace falta para amar y no traicionar, para ser fiel y solidario, para vivir con dignidad y vergüenza.
La patria no necesita bravucones de barrio ni gallitos de pelea sino hombres valientes, capaces de sostener firmemente sus ideales y de asumir una postura clara y definida, capaces de llevar hasta las últimas consecuencias los credos de la libertad y la justicia. La libertad de Cuba precisa de hombres leales y rectos, convencidos de Dios y fieles a sí mismos.
http://osvaldo-raya.blogspot.com/
No siempre el bravucón ‒el gallito‒ tiene lo que tiene que tener un hombre para no caer en debilidades como las drogas o el alcoholismo, para no traicionar al amigo, para amarlo y apoyarlo, para sostener unida y amparada a su familia. No siempre el bravucón tiene bien puesta la faja en sus pantalones para educar como es debido a sus hijos y para guiarlos en el bien y en el amor. Mantener una hoja de vida limpia ante la sociedad, exige de cada cual la valentía que hace falta para no corromperse y resistir los embates de la economía, sin acudir a los facilismos y las alternativas de la ilegalidad y el crimen. El hombre honesto es un hombre valiente. Y el hombre apegado a la ley y a las normas de la convivencia social. Cada individuo debe ser capaz de hacer valer los valores morales en los que cree y debera defender, contra todo pronóstico de fracaso, su ética rigurosa. Y bravo es el que decide no delinquir, no ceder a las tentaciones y vivir sobre la base de la legalidad y el trabajo; a pesar de los cantos de provocadoras sirenas. Pero un cobarde es siempre camaleónico y oportunista y es el que cae fácilmente en las trampas demoniacas de la ambición y de la falta de fe en la virtud. Cobardes son los que no se comprometen con ninguna postura o con ningún ideal y van de un lado a otro, según sople el viento. Las posiciones relativistas, la contrición, la dualidad de carácter son características de aquel que carece de valentía y virilidad. No se puede vivir como un equilibrista pretextando ser justo y equitativo ‒optando por posiciones mediadoras o de un tercer bando, enajenado e indiferente‒; porque así quedarían demasiados espacios en blanco, demasiados vacíos en las soluciones de los problemas. El que vive replegado no vive. Hay que batallar y mirar cara a cara los desafíos de la existencia. El que evade el amor es un cobarde y el que evade la vida y las responsabilidades en la lucha por el mejoramiento de la sociedad humana. Es un miedoso el indiferente, el petimetre, el wannabe, el que mira el juego desde afuera y el que reniega de su compromiso con las verdades universales y de su misión aquí en la tierra. Los que no tienen una postura firme ‒los que no se pronuncian ni se definen ante los retos de la sociedad o la política‒ no son hombres valientes sino cobardes, aunque no sientan miedo de batirse con un león enfurecido. La vida es un león aún más fiero y grande, más temible. Mucho valor hace falta para amar y no traicionar, para ser fiel y solidario, para vivir con dignidad y vergüenza.
La patria no necesita bravucones de barrio ni gallitos de pelea sino hombres valientes, capaces de sostener firmemente sus ideales y de asumir una postura clara y definida, capaces de llevar hasta las últimas consecuencias los credos de la libertad y la justicia. La libertad de Cuba precisa de hombres leales y rectos, convencidos de Dios y fieles a sí mismos.
http://osvaldo-raya.blogspot.com/
Amigo Osvaldo.
ResponderEliminarCuantas verdades encierra tu Post.
y es cierto...hace falta que salgan hombres de faja ancha!
Esos que van de frente! La aptitud es una de las principales cualidades del ser humano.
Como mujer te puedo decir....que si a algun hombre le queda la faja grande, que me la pase que aqui hay una mujer dispuesta a cargar cartera, guante y faja ancha!
Un abrazo
--Osvaldo, leyendo este post tuyo me vino a la mente un hecho "gracioso" que me ocurrió cuando tenía dos días de haber salido de Villa maristas después de casi 100 días de cautiverio. Yo estaba flaco y desencajado que no daba para más, caminaba por inercia; pués fuí solo a casa de mi abuela en la Habana Vieja y dentro de una guagua la 65, cerca del Parque Central pisé sin querer a un negrón y el tipo se explotó haciendo gala de una guapería folkclórica, imagínate compadre, yo no podía ni levantar los brazos y se me ocurrió decirle al negro, con un descaro increible en mi, que yo solo me fajaba con guapos de verdad y que si él me demostraba ser guapo me fajaba con él. Le dije a todo pulmón que gritara conmigo " ABAJO FIDEL " y lo grité dos ó tres veces y le dije que si él lo hacía también me fajaba; el prieto se desapareció y yo me libré de tremenda descoj... que me iba a dar. Imagínate el silencio sepulcral en la guagua, se escucharon los vientos más sutiles.
ResponderEliminarTenemos que hacer algo por nuestros presos. Un movimiento mundial de todos los cubanos del exilio para exigir la liberación incondicional de todos nuestros prisioneros de conciencia.
ResponderEliminar¡Basta de pasividad!
Escojamos un día al mes en el que TODOS enviemos correos electrónicos a los gobiernos, instituciones, organizaciones de todo el mundo exigiendo la libertad de todos los presos políticos cubanos.
Mostremos la fuerza que tenemos, fuerza que nos da la razón y el derecho de luchar y de manifestarnos por la libertad de nuestra patria.
Raya, qué post tan bueno! Cuantas verdades encierra! Lo triste es saber como abundan los bravucones y cuanta falta nos hacen esos valientes de los que habla tu mensaje. Un abrazo.
ResponderEliminarDe bravuconada ya estamos hartos, estos actos son cotidianos en la isla, lo que falta son argumentos en voz alta, para interponerse al bravucón, los argumentos gritados públicamente, a viva voz, nos otorgaran la tan ansiada libertad.
ResponderEliminarBuenísimo este post.
saludos