Tuve un amigo empeñado en incursionar en los terrenos de la literatura. Y fue así que, al otro día de descubrir a Góngora, se afilió al Partido Culterano, para ocultar, so pretexto de lo intrincado y barroco, su atormentadora mediocridad. Y pronto fue elegido alcalde de una oscura municipalidad de articulistas y letrados en general, todos de la misma estirpe de atrezzo. Entonces la alcaldía lazó la convocatoria para un campeonato; a fin de premiar a aquel poeta o redactor que escribiese una obra que se distinguiese tanto por sus vericuetos entre lo innecesario y lo vacío como por el ingenio de su autor a la hora de elaborar esos códigos estúpidamente indescifrables. Siendo de este modo, el primer lugar sería dado al que lograse que el lector se declarase incapaz para entender lo escrito. Yo mismo me califiqué de incompetente, al leer la obra premiada. Por supuesto que el ganador fue mi amigo quien, a la vez de concursante, había sido jurado.
El Partido Culterano no se diferenciaba mucho de sus opositores los del Partido Kitsch. La cursilería de este último era demasiado ruda y evidente; en tanto, que la cursilería del primero parecía quedar disimulada con el invento de incoherentes e innecesarias cadenas de metáforas del tipo «el arma de plata de la vertebra de vitrales rajados por el orgullo del plástico que adorna el semental de trenes sirgadores del calcio acorralado en las estalactitas de las horcas caudinas del olvido, me incrimina sobre enhiestos vegetales heridos por tu hiperestésica canción de despedida.» Este texto me produce las mismas ganas de reír ‒o de llorar‒ que aquel otro del tipo «dentro de mi sangrante corazón, tú eres como la rosa de mi querer y el rocío de tus pétalos son las lágrimas de mi sufrir.» ¡Por Dios… poetas no son ‒ni nada‒ los afiliados de estos dos partidos!
Sólo hay un partido en poesía ‒y en toda la literatura‒: el Partido de lo Auténtico.
http://osvaldo-raya.blogspot.com/
El Partido Culterano no se diferenciaba mucho de sus opositores los del Partido Kitsch. La cursilería de este último era demasiado ruda y evidente; en tanto, que la cursilería del primero parecía quedar disimulada con el invento de incoherentes e innecesarias cadenas de metáforas del tipo «el arma de plata de la vertebra de vitrales rajados por el orgullo del plástico que adorna el semental de trenes sirgadores del calcio acorralado en las estalactitas de las horcas caudinas del olvido, me incrimina sobre enhiestos vegetales heridos por tu hiperestésica canción de despedida.» Este texto me produce las mismas ganas de reír ‒o de llorar‒ que aquel otro del tipo «dentro de mi sangrante corazón, tú eres como la rosa de mi querer y el rocío de tus pétalos son las lágrimas de mi sufrir.» ¡Por Dios… poetas no son ‒ni nada‒ los afiliados de estos dos partidos!
Sólo hay un partido en poesía ‒y en toda la literatura‒: el Partido de lo Auténtico.
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Osvaldo muy interesante y orientador lo que aquí dices, yo me considero pobre en cultura pero créeme que hasta a mi me produjo risas esa estrofa que comentas.
ResponderEliminar«el arma de plata de la vertebra de vitrales rajados por el orgullo del plástico que adorna el semental de trenes sirgadores del calcio acorralado en las estalactitas de las horcas caudinas del olvido, me incrimina sobre enhiestos vegetales heridos por tu hiperestésica canción de despedida.»
Sirgador (esta palabra me sonó a pornografía de la dura) pero no resulto se un oficio noble ja,ja: Hombre cuyo oficio es tirar de las embarcaciones mediante una sirga.
Y sigo con mis dudas de guajiro bruto, sirga: señala que puede venir de sirgo, "seda", porque la seda se empleaba para tirar de las embarcaciones.
Uf coño esto es mucha cultura pa un guajiro de monte adentro.
Saludos
Osvaldo.
Saludos, Osvaldo.
ResponderEliminarMuy bueno tu post. Solo lo auténtico perdura con el paso de los años.
Esperanza