sábado, 10 de octubre de 2009

POESIA por osvaldo raya

La poesía es síntesis. Se la puede descubrir en prosa o en verso, o en un ensayo y hasta en una epístola. No he visto cosa tan poética como el logo de la marca Nike, representada por un sencillo checkmark; con lo cual dice mucho ‒todo un discurso‒ acerca de la calidad de estos productos. Y sé de chistes protagonizados por el mítico y popular Pepito ‒o Jaimito‒ muy poéticos; porque se trasluce en ellos una gran habilidad para la atrapar lo esencial y no quedarse varado en lo accidental y específico. Poesía hay en todo lo que logre la hazaña de la concreción y es poeta aquél que se comunica eficientemente y respeta la inteligencia de su prójimo. Y para ser poeta no hay que ser intelectual sino hombre adelantado y lleno de luz propia y dotado, al cabo, tan sólo, de adultez de espíritu; porque sabe cómo reconocer lo grande y lo útil y cómo trasmitir con eficiencia el amor y el consuelo. La primera virtud del poeta no es literaria y sí esencialmente humana. Poesía no es, pues, lastre ni adición. No es carga. Y sí ascensión y desapego. Ligereza. Ala. Y claro que no es recurrencia sino el encuentro con lo virginal, que asombra y levanta. Dígase que la poesía es sugerencia y es el símbolo fresco que da en la diana y la palabra que traspasa y se va más allá, y el canto sencillo pero sacudidor ‒como ese del himno de la patria que, por muy mal rimada que puedan estar sus estrofas o muy exageradamente enardecidas, es capaz de sintetizar y abarcar las emociones y la historia entera de un país. Por eso el himno de la patria es poesía y la canción de cuna que logra que el niño se duerma sonriendo y el cuento de la abuela que ilumina y ensimisma. Y hasta vale la copla popular ‒apenas pulida‒ que viene al punto y entronca con las exigencias de la circunstancia viva y logra mover lo visceral, como el mejor de los discursos y abarcar, de forma muy compacta, un millón de mensajes.

Yo sé, por ejemplo, que al indígena, tan apartado de lo urbano y sazonado con ingredientes naturales, no le sobra una sola palabra ‒ni pone adornos de más‒ cuando habla como hablan sus dioses y se refiere con orgullo y enmudecedora sabiduría a su entorno y a la convivencia purificadora con la naturaleza. Ah pero el indígena antes que oír los sonidos seductores de afuera y antes de abrir sus ojos al paisaje extraordinario, oye su propia música interior ‒el arpa de su alma‒ y contempla ese paisaje visceral donde anida su espíritu y crece la poesía.
http://osvaldo-raya.blogspot.com/

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