Todavía a estas alturas, con cincuenta y cuatro años de edad, mantengo la mala costumbre de comerme las uñas. Y no había reparado en eso, no en que me como las uñas sino en por qué me las como. Luego de someterme yo mismo a una especie de regresión ‒sin tener que llegar tan atrás, a otras vidas‒ arribé a la conclusión de que esta manía se debe a un trauma de mi adolescencia. Un día, cuando yo estaba en la secundaria, un profesor interrumpió, abruptamente su clase al ver que yo estaba muy entusiasmado comiéndome las uñas e, incluso, esos sabrosos pellejitos que las circundan. La clase era la de Historia y me parecía la misma todos los días; pues, en lo esencial, era siempre una gran apología al socialismo y a la Revolución Cubana. «Comerse las uñas ‒dijo señalándome con ira‒ es un acto deplorable. Es un maltrato a la propiedad del estado. Nosotros le pertenecemos a la Revolución.»
Después de aquel día empecé a comérmelas en secreto pero aún con más intensidad. Comerme las uñas fue mi primer e inconsciente desafío al gobierno comunista.
Después de aquel día empecé a comérmelas en secreto pero aún con más intensidad. Comerme las uñas fue mi primer e inconsciente desafío al gobierno comunista.
hey, gracias por el comment, supermotivador. Oye, usted si que ha tenido experiencias de este tipo. Por suerte quizas yo naci en una epoca donde no habia tanto extremismo-comunismo. Siempre en la escuela hice lo que me dio la gana, ahora me pesa porque me faltan titulos con los que echar palante de este lado que si cuentan pero confio en Dios que hay mas puertas. Lo bueno fue que se comia las uñas pero aprobaba los examenes jejej.
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