«El hombre que lo niega todo, a quien se niega es a sí mismo.» (*) José Martí
No imagino a Dios diciendo no; de ahí que lo primero que hace el rebelde ‒que es lo mismo que revolucionario‒ es negar a Dios. Tampoco, en principio, hay nada en el universo que diga no porque, de ser así, la Creación seria una invención estúpida y la naturaleza no pasaría de ser un proceso de involución y podredumbre. La esencia humana es cosa afirmativa y subyace en armonía ‒y no en discordancia o negación‒ con el orden universal y divino. La existencia misma es una gran afirmación. Los ríos no hacen otra cosa que decir sí y siguen su curso arrollador, reafirmándose sin parar, venciendo cada piedra y cada obstáculo, hasta llegar al mar. El sol dice sí toditas las mañanas y conmina a vivir, a decirnos a nosotros mismos «sí» y «sí» y otra vez «sí.» Lo originario y natural es el sí. El sí pertenece a los que se mueven y avanzan, a los creadores y emancipadores. El no, en cambio, pertenece a la chusma tullida e ignorante, al individuo olvidadizo y perezoso. El no es la bandera de los opresores.
Es que es contra-natura negar y renegar, decir el no tajante y rebelde, ese trasnochado y típico del majadero adolescente quien lo pone en su boca para llamar la atención y marcar su territorio. Es frecuente oír hablar del joven irreverente que se la pasa blasfemando y burlándose de los íconos de la tradición familiar y rompiendo, encabrestado, un plato por aquí y otro por allá y mandando a la porra a la maestra de Química y luego a su propia madre y a su padre. Es ya proverbial que se encierre a rumiar en su cuarto para comenzar su huelga, su cadena de negaciones: entonces no come, no se baña, no respeta los horarios para poner su música estridente a todo lo que da, quebrando los silencios troncales y celestes, el sí callado y laborioso de la divinidad. Pero resulta que el mozalbete deja de serlo y crece y se convierte en adulto y licenciado en Bioquímica y de pronto es padre y no pasa mucho cuando es abuelo y recuerda agradecido y con lagrimas los días aquellos cuando tenía padre y madre y el esfuerzo de éstos por ayudarlo a superarse y a triunfar en la vida y las lecciones hermosas de la maestra de Química. Duele haber negado alguna vez. Y da vergüenza.
Entonces, cuando uno ya madura ‒y alcanza sabiduría y sensatez‒ comprende que negar no tiene sentido y que es una posición de oposición, como esa que asumen los que temen la verdad y la virtud, los enemigos del desarrollo libérrimo de las facultades maravillosas de la individualidad humana. Dígase pues que el consejo del hombre cabal es el sí. Hay que tener mucho coraje para afirmar y reafirmarse, para no renunciar a las metas propuestas y hacer como el tren que parece pitar «¡allá voy!» y no para. Definitivamente, el sí es para los valientes. Se necesita ser más bravo para reconocer y hacernos reconocer que para negarlo todo.
Los hay ‒los llamados negacionistas‒ que han negado la Historia descaradamente y dicen que no, que los campos de concentración instaurados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial no existieron y que no fueron más que una invención de los judíos. E incluso he conversado con jóvenes cubanos que viven fuera de Cuba ‒no en Miami sino en México o en Europa‒ y que han llegado a decirme que no existen pruebas de los fusilamientos extrajudiciales cometidos por la Revolución Cubana ni de los campos de trabajos forzados a donde fueron confinados homosexuales, religiosos, hippies y chicos que simplemente tenían ‒según sus carceleros‒ inclinaciones extranjerizantes y pequeño-burguesas. ¡Tal es la cobardía y la ofensa a los pueblos!
Definitivamente, negar es un crimen y atizar el no, también. Negar es olvidar, romper, quebrar, poner muros y vallas, parar, detener, interferir, interrumpir, desacralizar, desacreditar, cambiar ‒volver atrás‒ el curso normal de la vida, desviarse del camino, hacer trampas, irrespetar y patalear como hembra desaforada y sin bridas. Los incapaces dicen «no» y se sientan cómodamente a vivir a costas de los que dicen «sí.» La negación no es otra cosa que pasividad y perversidad. En tanto, la afirmación es actividad, acción, producción, creación, sabiduría y bondad. Para ser libres ‒por ejemplo‒ no hace falta negar. La libertad es el conocimiento de aquello que nos dice «sí, podemos.» Y para salir adelante y combatir nuestros miedos, no sirve para nada poner de por medio las rabietas y los desatinos del no ni esa ignorancia y desdén por la Historia de la Humanidad. Lo que hay que hacer es darnos a valer y dar a valer nuestra Historia y los principios morales por los que lucharon nuestros antecesores y plantarnos delante de nosotros mismos, con determinación y firmeza, y reafirmarnos como seres merecedores y dignos. Debemos apoyar todo el tiempo ese anhelo de convertirnos en una energía productiva, imparable e invencible. El deber de cada cual es tratar de competir con el mismísimo Creador, sin perder el tiempo en temerle o negarlo; de modo que, al crear y crear, nos vayamos igualando a lo divino.
Hay que decir sí a la libertad y sí a la vida; por encima de los representantes del no: los tontos y los tiranos. (Ah… y yo sé ‒yo sé; y nadie ose aclararme lo obvio y elemental‒ que cuando mi pueblo ‒y yo con él‒ grita espontáneamente «¡no!» al odio del dictador de Cuba, no hace más que gritar «¡si!» al amor y a la patria; es decir, «¡no!» al no).
http://osvaldo-raya.blogspot.com/
No imagino a Dios diciendo no; de ahí que lo primero que hace el rebelde ‒que es lo mismo que revolucionario‒ es negar a Dios. Tampoco, en principio, hay nada en el universo que diga no porque, de ser así, la Creación seria una invención estúpida y la naturaleza no pasaría de ser un proceso de involución y podredumbre. La esencia humana es cosa afirmativa y subyace en armonía ‒y no en discordancia o negación‒ con el orden universal y divino. La existencia misma es una gran afirmación. Los ríos no hacen otra cosa que decir sí y siguen su curso arrollador, reafirmándose sin parar, venciendo cada piedra y cada obstáculo, hasta llegar al mar. El sol dice sí toditas las mañanas y conmina a vivir, a decirnos a nosotros mismos «sí» y «sí» y otra vez «sí.» Lo originario y natural es el sí. El sí pertenece a los que se mueven y avanzan, a los creadores y emancipadores. El no, en cambio, pertenece a la chusma tullida e ignorante, al individuo olvidadizo y perezoso. El no es la bandera de los opresores.
Es que es contra-natura negar y renegar, decir el no tajante y rebelde, ese trasnochado y típico del majadero adolescente quien lo pone en su boca para llamar la atención y marcar su territorio. Es frecuente oír hablar del joven irreverente que se la pasa blasfemando y burlándose de los íconos de la tradición familiar y rompiendo, encabrestado, un plato por aquí y otro por allá y mandando a la porra a la maestra de Química y luego a su propia madre y a su padre. Es ya proverbial que se encierre a rumiar en su cuarto para comenzar su huelga, su cadena de negaciones: entonces no come, no se baña, no respeta los horarios para poner su música estridente a todo lo que da, quebrando los silencios troncales y celestes, el sí callado y laborioso de la divinidad. Pero resulta que el mozalbete deja de serlo y crece y se convierte en adulto y licenciado en Bioquímica y de pronto es padre y no pasa mucho cuando es abuelo y recuerda agradecido y con lagrimas los días aquellos cuando tenía padre y madre y el esfuerzo de éstos por ayudarlo a superarse y a triunfar en la vida y las lecciones hermosas de la maestra de Química. Duele haber negado alguna vez. Y da vergüenza.
Entonces, cuando uno ya madura ‒y alcanza sabiduría y sensatez‒ comprende que negar no tiene sentido y que es una posición de oposición, como esa que asumen los que temen la verdad y la virtud, los enemigos del desarrollo libérrimo de las facultades maravillosas de la individualidad humana. Dígase pues que el consejo del hombre cabal es el sí. Hay que tener mucho coraje para afirmar y reafirmarse, para no renunciar a las metas propuestas y hacer como el tren que parece pitar «¡allá voy!» y no para. Definitivamente, el sí es para los valientes. Se necesita ser más bravo para reconocer y hacernos reconocer que para negarlo todo.
Los hay ‒los llamados negacionistas‒ que han negado la Historia descaradamente y dicen que no, que los campos de concentración instaurados por los nazis en la Segunda Guerra Mundial no existieron y que no fueron más que una invención de los judíos. E incluso he conversado con jóvenes cubanos que viven fuera de Cuba ‒no en Miami sino en México o en Europa‒ y que han llegado a decirme que no existen pruebas de los fusilamientos extrajudiciales cometidos por la Revolución Cubana ni de los campos de trabajos forzados a donde fueron confinados homosexuales, religiosos, hippies y chicos que simplemente tenían ‒según sus carceleros‒ inclinaciones extranjerizantes y pequeño-burguesas. ¡Tal es la cobardía y la ofensa a los pueblos!
Definitivamente, negar es un crimen y atizar el no, también. Negar es olvidar, romper, quebrar, poner muros y vallas, parar, detener, interferir, interrumpir, desacralizar, desacreditar, cambiar ‒volver atrás‒ el curso normal de la vida, desviarse del camino, hacer trampas, irrespetar y patalear como hembra desaforada y sin bridas. Los incapaces dicen «no» y se sientan cómodamente a vivir a costas de los que dicen «sí.» La negación no es otra cosa que pasividad y perversidad. En tanto, la afirmación es actividad, acción, producción, creación, sabiduría y bondad. Para ser libres ‒por ejemplo‒ no hace falta negar. La libertad es el conocimiento de aquello que nos dice «sí, podemos.» Y para salir adelante y combatir nuestros miedos, no sirve para nada poner de por medio las rabietas y los desatinos del no ni esa ignorancia y desdén por la Historia de la Humanidad. Lo que hay que hacer es darnos a valer y dar a valer nuestra Historia y los principios morales por los que lucharon nuestros antecesores y plantarnos delante de nosotros mismos, con determinación y firmeza, y reafirmarnos como seres merecedores y dignos. Debemos apoyar todo el tiempo ese anhelo de convertirnos en una energía productiva, imparable e invencible. El deber de cada cual es tratar de competir con el mismísimo Creador, sin perder el tiempo en temerle o negarlo; de modo que, al crear y crear, nos vayamos igualando a lo divino.
Hay que decir sí a la libertad y sí a la vida; por encima de los representantes del no: los tontos y los tiranos. (Ah… y yo sé ‒yo sé; y nadie ose aclararme lo obvio y elemental‒ que cuando mi pueblo ‒y yo con él‒ grita espontáneamente «¡no!» al odio del dictador de Cuba, no hace más que gritar «¡si!» al amor y a la patria; es decir, «¡no!» al no).
http://osvaldo-raya.blogspot.com/
(*) Martí, José: Obras Completas; t. 21, p.379. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1975
No se si este post es una respuesta al mio sobre el no, pero lo que se es que es muy bueno. Mi no es ese al que te refieres, asi que por definicion es un si. Muy bueno.
ResponderEliminarCarlos M Paez
Men, no veo contradiccion entre los dos posts, solo veo una cosa, es tan necesario aprender a decir si, como aprender a decir no y me parece que decir no a veces se hace un poco mas dificil por nuestra inclinacion natural a la pereza, la perversion de valores y defectos humanos. Bien dice una cancion -lo malo se aprende en un dia, lo bueno nos cuesta la vida. Y como dijera Marti - Cuando se es pobre y honesto la vida es corta para hacerse rico. Corromperse es tan facil como decir si, renunciar a pervertir los valores requiere un no que no es tan sencillo. Concluyo como empece, es tan necesario el no como el si, es la balanza que nos aleja de los extremos.
ResponderEliminarJo.. me desperté con tu SÍ, no tienes idea de cuánto me toca ese tema, muy relacionado con Educación y Libertad,
ResponderEliminardesde que somos pequeños y empezamos a explorar, chocamos enseguida con los no, a veces por nuestra seguridad ( más justificado), pero los más, no hables, no grites, no saltes, no juegues....no dejan ni respirar, no me gustan los niños mal-criados, pero están errados los que piensen que No, No, No es la forma adecuada de educar, esa es la forma de hacernos máquinas o de hacernos "rebeldes", porque el ser humano no está hecho para barreras, y los adultos que rodean al pequeño deben estar en sintonía con esto, (esto es más largo, por supuesto)
y Libertad......
(conozco al clásico "buena gente", y a otros, que con tal de "caer bien", no saben, no pueden, decir un no, pero como su sí es de espuma, se desmoronan, se esfuman en los momentos decisivos)
Un SÍ, que es el que importa, sólo tiene valor en personas libres, en las que asumen toda la implicación,
un SÍ es DAR, es DARSE al otro, es entregarte entero y sin reservas, implica a tu corazón y a tu mente, y lo das, precisamente porque quieres, porque es tu decisión,
mi sí, tiene valor porque no está "condicionado" ni preso, puedo (y sé) decir no
Leer entre lineas el mensaje. Muy bueno! Como siempre.Mis respetos y admiracion por la profundidad del tema y por el mensaje verdadero que lleva.
ResponderEliminarUn saludo.
una positiva negacion a lo negativo, o una afirmacion al rechazo de lo negativo, no se, pero este trabalenguas de polos opuestos va tras un unico fin , Libertad para Cuba.
ResponderEliminarLey
jajajaj, oye, a lo mejor es una afirmacion positiva de lo negativo que afirma lo negado al tratar de decirlo positivamente, pero al mismo tiempo niega lo que positivamente se afirma y a su vez es negado por lo que se opone a la contrariedad JAJAJAj, just kidding
ResponderEliminarMaestro, pues si, tiene usted toda la razón... Pensamientos afirmativos tienen mucho más poder que pensamientos negativos.... Le haré un link a este post.
ResponderEliminarNiurki
Excelente, Maestro!
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