miércoles, 28 de octubre de 2009

LA BIBLIOTECA DEL FUNCIONARIO por osvaldo raya

Por esas raras circunstancias de la vida, en 1988, fui a parar a la biblioteca privada de alguien que actuaba en la sociedad cubana bajo la fachada de un funcionario que tenía la responsabilidad de asesorar y orientar a individuos interesados en el arte y la literatura. Por las manos y los ojos de este supuesto profesional del Ministerio de Cultura pasaban cientos y cientos de obras de teatro, de poemarios, de libros de cuentos. Los jóvenes se acercaban a él con absoluta confianza para confesarse y drenar su descontento de artista censurado y reprimido. Este dirigente de postura flexible solía mostrarse criticista y muy irreverente ante la política oficialista, con lo cual creaba el caldo de cultivo para conocer las disidencias de los nuevos intelectuales. Pero aquél tipejo no era otra cosa que un agente encubierto de la Policía Política, una especie de Fouché caribeño.

Resulta que su hijo era mi alumno y tenía muchos problemas de redacción y ortografía y un día se me acercó y me invitó, de muy buena fe, a su casa a comer un fin de semana con su madre y su padre y a que, además, en tal ocasión, yo le repasase ‒a él y a su hermana‒, varios tópicos de Gramática Española de la que deberían examinarse en unas pocas semanas. Así fue. Compartí con aquella familia un poco disfuncional y rara, entre los chistes de mal gusto y los palabras soeces del padre, que varias veces provocaron el visible sonrojo de la madre y de los propios hijos quienes trataban de atenuar aquellas estridencias brindándome más ensalada o más frijoles o insertando algún forzado comentario sobre las virtudes de la lengua española.

Como la mayoría de los agentitos estos de la Seguridad del Estado, no soportan estar demasiado tiempo en el anonimato sin al menos alardear un poco de sus poderes y posibilidades y revelar ciertos secretos y provocar el asombro de la audiencia, no faltaron en la mesa revelaciones extraordinarias. El cabeza de familia se sentía todo un pavo haciendo anécdotas en las que inflaba su rol y su capacidad para engañar y vejar a quienes él consideraba su enemigo. Ese día, ‒sin que yo se lo pidiese‒ me contó cómo en los concursos literarios siempre las obras que competían se sometían a dos jurados: uno era el que se anunciaba oficialmente en la prensa y otro fantasmal, de corte policiaco, que, tras bambalinas, se encargaba de censurar y eliminar a quienes no cumplían los requisitos de lealtad política y de abyección al régimen comunista. Al cabo, los trabajos ganadores habían pasado por rigurosos filtros que garantizaban la pureza revolucionaria y la limpieza de presuntos mensajes sutiles o subliminares en contra de la sociedad socialista o de sus dirigentes. Ya se sabía, aún sin ser leídas en su totalidad, cuáles de las obras presentadas convenía al Partido Comunista y a la Revolución que obtuviesen los primeros lugares. Siempre, por supuesto, se investigaba en los ficheros secretos del aparato represivo nacional a cada autor.

Luego de la comida y la charla ‒o más bien del largo monólogo‒ del retorcido funcionario de la cultura, por fin pasamos a la biblioteca solamente mi alumno, su hermana y yo. Y estudiamos Gramática. Cuando terminamos, reapareció el indeseable personaje para invitarme a que le diera un vistazo a toda aquella larga estantería de libros; a fin de poner a mi disposición los que yo escogiese. Yo, que ya estaba harto de aquel tipo tan atorrante ‒como dicen los argentinos‒, hice de tripas corazón y fingí no interesarme por ninguno; con tal de irme lo más rápido posible de aquella casa. Pero el señor insistió y no me quedó más remedio que repasar librero. Incluso, me dejaron solo para que yo me tomase mi tiempo y escogiese con tranquilidad cuál o cuáles me llevaría de préstamo. Yo sé que mi selección revelaría mis intereses y mis inquietudes; así como igualmente era reveladora de la personalidad oscura y oportunista de su dueño aquella colección de títulos proscritos y polémicos. Estaba en la biblioteca de vulgar esbirro del gobierno.

Durante un buen rato estuve hojeando alguna de estas rarezas a las que un intelectual común no tenía mucho acceso. Fui fijándome en los títulos y los temas más recurrentes que le interesaban al propietario. Vi como cuatro ediciones diferentes de El Príncipe de Maquiavelo y de Fouché de Stefan Zweig. Y me impactaron los subrayados de ciertos consejos maquiavélicos que encajaban perfectamente con esa paranoia nacional provocada por los servicios secretos y los organismos de represión de la dictadura de los Castro. Pero, de pronto, sin proponérmelo, saqué de un estante un libro ‒más bien algo que debería aparentar a toda costa de que se trataba de un manual artesanal y casero, nada oficial‒ que no tenía fecha de impresión ni revelaba quién o quiénes tuvieron a cargo su autoría y edición y que estaba impreso en folios de muy mala calidad. Todo estaba cuidadosamente previsto para que jamás constituyese prueba alguna de que algo así fuese promovido por las altas esferas del Partido Comunista de Cuba. Su título era más o menos así: Cómo identificar y combatir a los distintos miembros de grupos religiosos. Yo tenía ante mis ojos una guía de métodos policíacos de persecución y un estudio de las tendencias filosóficas y religiosas con una explicación detallada de cómo podrían dañar a las ideas revolucionarias los discursos de los católicos, de los protestantes y de otras creencias. Pero a la vista de la opinión pública internacional, la Revolución se ufanaba de no perseguir ni condenar a ningún religioso.

Y por fin, ¿qué libro me llevé a mi casa? Pues, cualquiera: uno, quizás, que ya me había leído. Salí de allí asqueado pero, no obstante, satisfecho de cumplir con mi deber de profesor. Mi alumno ‒que era un buen muchacho y en nada se parecía a su padre‒ salió exitoso en su examen de Español ‒y también su hermana, quien no sé por qué razón estaba en el mismo grado y en otra escuela.

Con el tiempo, alguna fuente me reveló exactamente las funciones verdaderas de este funcionario que, por causa de esa infalible tendencia saturnina de la gobierno cubano, acabó cayendo en desgracia ante sus propios jefes y fue destituido de todos sus cargos y sacado de las filas del Ministerio del Interior y ‒claro‒ del Ministerio de Cultura. Todos estos insectos, todas estas ratas de cloaca, terminan así siempre: despreciados por aquellos a quienes sirven incondicionalmente. Los aldeanos que usurparon el poder y pisotearon la democracia en Cuba desprecian la cultura y no la quieren más que como mascarilla o como otra forma más de adoctrinamiento y en mucho le molestan los grandes talentos y sin embargo es harto el interés por sumarse fieles y almas bien abyectas.

En la biblioteca de esta sanguijuela, pude encontrar toda una bibliografía sobre psicología de las masas y mucho material relacionado con el control de los medios de difusión masiva y bastantes folletines metodológicos relacionados con el combate ideológico. En fin, encontré muchas herramientas para perfeccionar la coerción y represión de los intelectuales y hasta todo un arsenal de información consagrado al entrenamiento de agentes de la desinformación que deberían sondear y medir el estado de opinión del pueblo. Vi libros dedicados especialmente a profesionales que se encargarían oficialmente del enmascaramiento o distorsión de las verdades históricas y culturales. Era asqueroso todo aquello. Tan asqueroso y repugnante como su dueño y como todos los engendros del comunismo.
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domingo, 25 de octubre de 2009

LA FORMULA RELATIVISTA O POSMODERNA

Es simplón. Es pueril. Es de pubertad mental y de trasnochada adolescencia, negar las verdades universales y exigir de ellas exactitud y demostración de su existencia. Lo sustancial no es exacto ni inexacto ni cosa es que haya que probar o demostrar. Lo sustancial es sencillamente concreto ‒confluyente, compacto, sintético‒ y entraña pureza y universalidad. Nadie puede describir cómo era cada pollo usado para el caldo de pollo. Sólo sabemos de un sabor que revela lo esencial de esta ave comestible, su universalidad y pertinencia. Pollo, pues, son todos los pollos y ninguno es en particular. En tal caso, no estaríamos hablando de algo mesurable o tangible; por cuanto no se trataría de una verdad accidental sino de una verdad sustancial y mayor: el caldo o concentrado, el pollo concreto ‒no el particular o accidental. Se trata de la esencia o sustancia pollo. ¿Cómo demostrar la existencia del pollo concreto o cómo medirlo, describirlo, tocarlo? Es realmente muy primario confundir lo mayor y esencial con lo inferior y superficial o lo eterno con lo efímero. No se ha de rebajar al rango de lo relativo, y entenderlas de tal modo, las grandes verdades. Es simplón. Es pueril afirmar que hay tantas verdades ‒las grandes y las pequeñas‒ como experiencias humanas haya u opiniones; como si el amor o la virtud o la justicia y la moral fuesen algo tan relativo y dependiente de lo personal y caprichoso. ¿Cómo es que si hay cien personas, hay entonces cien conceptos de Amor o de Justicia? ¿Cien conceptos de Dios? Si tantas verdades hubiese como número de seres que las sustentan, el resultado sería la anulación de la verdad.

Los relativistas, en su puerilidad, defienden la cáscara de la manzana y no su sustancia; porque hay muchas cáscaras diferentes pero hay algo troncal y fijo que es esa sustancia que llamamos manzana. Hay muchas sillas y tantas como diseñadores y ebanistas haya o carpinteros pero una sola verdad esencial o nominal que conocemos como silla o sustancia silla. Ésta última concentra a todas las sillas que existieron, existen, existirán o pudieren existir. De ahí que esas verdades caprichosas, demasiado específicas, anecdóticas, privadas y accidentales no son en sí la verdad. Las verdades privadas son sólo eso, verdades privadas e intrascendentes. Y es que ¿qué es una verdad? Una verdad ‒en el sentido universal y trascendente‒ es una concreción. Pero no puede ‒no sabe‒ el de pensamiento relajado y refrescante, el de la mente perezosa y debilucha ‒más bien cobarde‒ lidiar con las verdades mayores porque estás conllevan a la parcialidad y el compromiso, a la contundencia y valentía. Entonces, dada su mediocridad y falta de arrojo y carácter, tiene sentido que el tonto, ante el asomo de las grandes verdades como Dios ‒ante la esencia y el fondo de la vida‒, se aferre a la formula relativista de que «cada cual tiene su verdad» o «esa es tu opinión y esta es la mía», dejando como secuela el vacío y la carencia más vergonzosa de criterio y convicción; lo cual es revelador de una profunda ignorancia.

Y bueno, ya todo el mundo sabe lo que significa aquello de políticamente correcto y esa cantidad de eufemismos en el lenguaje posmoderno y esa excesiva y casi mujeril cautela a la hora de referirse a ciertos hechos. De ahí la repetitiva muletilla de supuestamente, aparentemente o presumiblemente. Nadie se atreve a dar por sentado o concluido nada. Dado esto, no se puede esperar eficiencia en el lenguaje y sí largas y lamentables explicaciones, acotaciones, referencias, citas. Tal es la razón por la que afirmo que la peroración y el diálogo se han vuelto cada vez más incoherentes y aburridos. No hay más que leer ‒si eso es lectura‒ la parrafada del que quiere ufanarse de culturano, académico o gran intelectual tan viciada de citas a destajo y sacadas al pelo, referencias que son como anécdotas y constantes alusiones a lo efímero y accidental. El discurso relativista en nuestra lengua es cosa mal hilvanada y esconde grandes deficiencias a la hora de pensar y de decir y hasta pone de manifiesto la falta de conocimiento cabal de la gramática española de muchos articulistas y ensayistas apegados a esta moda. Lo que sí queda claro es el narcisismo y vacuidad de ciertos escritores afines a tal discurso. Pero no os asustéis y no sintáis que sois unos lectores ignorantes por no haber entendido ni papa después al leer uno de esos artículos de fanfarria y pompa. Y no lo habéis entendido por eso, porque no se entiende, porque el que redacta no sabe redactar ni usar los verbos como Dios manda; y ni tiene el propósito de ser entendido sino de manipular al lector con efectismos. Los hay, muchos así, escritorzuelos que hasta pujan algunos neologismos ‒palabras que ni el diccionario registra, vocabulario espurio que dé la impresión de tecnicista o académico. Éstos no dicen nada; porque nada tienen que decir y es que a la verdad universal y profunda la temen y la desestiman. Y rehúyen de la esencia, de lo sustancial y divino.

La mejor redacción es la que viene de lo auténtico y entrañable; del resultado de la síntesis, de la libertad y coherencia de nuestro espíritu y del conocimiento de lo universal y alto y no de la fórmula facilista del relativismo. El que tiene algo que decir, dice bien. Digamos que el que dice pero no dice o trata de decir o casi dice; porque es relativa ‒muy relativa‒ su verdad, entonces no dice bien, no puede decir bien.

Nada escribe el que escribe bajo el influjo ‒o el chantaje‒ relativista ni nada se concluye ni se describe ni se señala y ninguna noticia dan en verdad los noticieros ni los periódicos y a ninguna reflexión invitan ciertos ensayos. Y toda esta tendencia, como de ameba impostora, influye no sólo en la comunicación y el lenguaje sino también en esferas como la educación y la medicina. Ninguna clase da el maestro ‒a quien ahora se le llama facilitador y ya no es él aquella autoridad en el conocimiento sino alguien ‒más o menos entrenado‒ que invita a los alumnos a hacer proyectos investigativos y mucha tarea en la casa; sin que salga de su boca nada concluyente o parcializado, nada comprometedor. Tampoco ningún diagnóstico definitivo o victorioso ‒ni siquiera esperanzador‒ puede esperarse del médico o del mecánico porque teme ser inexacto o equivocarse y provocar en el paciente o cliente una demanda legal.

La contrición esta de moda y es como una peste que va enfermando a la sociedad e idiotizando a los jóvenes. El relativismo destroza la individualidad y fragmenta el yo y desestabiliza el carácter de los individuos; al punto de volverlos inseguros, temerosos y vulnerables e incluso los deja como a merced de los libros de autoayuda o de supuestas autoridades académicas o especialistas. A merced del consenso y las estadísticas y no de sí mismo, con lo cual provoca culpabilidad y repliegue. Se inmoviliza las facultades más inherentes y libérrimas del hombre.

Despertad: ¿No os habéis fijado que hasta el más estúpido e ignorante puede hablar ya dondequiera y lo que quiera ‒cualquier tema aunque no sepa de qué va‒; con tal sólo aplicar aquello de «esa es mi opinión.»? ¡Por favor!
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viernes, 16 de octubre de 2009

CARTA ABIERTA A MIGUEL ANGEL MORATINOS

viernes 16 de octubre de 2009

CARTA ABIERTA: Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé
Excelentísimo Sr. Miguel Ángel Moratinos Cuyaubé
Ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación
Con gran pena hemos conocido su proyectada visita a Cuba el próximo 18 de octubre. Un viaje que servirá para legitimizar, nuevamente, a un régimen que ejerce su poder ilegalmente y que de manera institucional priva a sus ciudadanos de todos los derechos civiles y humanos que España reconoce a los suyos.
No le vamos a pedir que interceda por nuestros presos políticos. Eso podría conducir a que el régimen le concediera graciosamente la libertad de algunos de ellos en un alarde publicitario de buena voluntad. Pero de nada serviría mientras las leyes que mandan a la cárcel hombres inocentes por ejercer sus derechos humanos y ciudadanos a la libertad de expresión y movimiento se mantienen vigentes. Sólo su derogación inmediata permitirá la liberación incondicional de los sancionados y prevendrá que nuevos atropellos ocurran en el futuro. Eso es lo que el pueblo cubano necesita y exige. Derogar los decretos que legalizan la esclavitud de los cubanos. ¿Estaría usted dispuesto a discutir este punto con el régimen de La Habana?
No dudamos que luego de su visita, como ha ocurrido en otros casos, se convierta usted en abanderado de la eliminación del embargo estadounidense. Sólo le recordamos que el desastre económico y social de Cuba poco tiene que ver con esta sanción impuesta por un gobierno soberano a un régimen que confiscó sin compensación las propiedades de sus ciudadanos en Cuba. Por cierto, también robó entonces la de los españoles y, no lo dude, en cualquier momento puede volver a suceder. La eliminación del embargo debe ir acompañada de la restitución al ciudadano común del derecho a comerciar con todo el mundo, dentro y fuera del país. Abogar porque Estados Unidos otorgue créditos al régimen para que pueda pagar a los ciudadanos que usted representa no es suficiente. El prestigio de España merece una postura digna y honorable de principios éticos, mucho más importantes que las ambiciones empresariales de algún poderoso grupo. Ignorar los derechos fundamentales del pueblo cubano a ejercer su libertad económica para generar su propia riqueza es, cuando menos, hipocresía por no decir infamia.
Comprendemos su negativa a recibir a la oposición. Los grandes intereses económicos del pueblo que representa le obligan a no molestar al régimen de los Castro recibiendo a quienes no comparten la ideología oficialmente impuesta por el partido único. Los mismos intereses que soñando con las posibles ganancias de un mercado virgen, han ayudado a sostener económicamente al régimen, han contribuido a prostituir nuestra juventud, han aceptado pasivamente el apartheid de nuestros nacionales y han fomentado la servidumbre laboral aceptando empleados impuestos por organismos oficiales en calidad semi-esclavos.
Nuestro pueblo, Sr. Moratinos, sigue amando a España, su Madre Patria. Pero también ama la libertad como ha demostrado el sublime plebiscito de su martirologio, como diría en 1873 el más grande de los cubanos, José Martí, ante la recién constituida República Española:
Entiendo, al fin, que el amor de la mercancía turbe el espíritu, entiendo que la sinrazón viva en el cerebro, entiendo que el orgullo desmedido condene lo que para sí mismo realza, y busca, y adquiere; pero no entiendo que haya cieno allí donde debe haber corazón.
Proyecto Civico Cubano
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DESDE EL CONGRESO VIRTUAL INTERNACIONAL

Friday, October 16, 2009

UN PROYECTO QUE VA A SALIR EN LA TARDE
Proyecto Civico Cubano
Ante la próxima visita del canciller español Miguel A. Moratinos a La Habana, creemos que ha llegado la hora de iniciar el proyecto nacido de las discusiones y comentarios del Congreso Virtual Internacional contra el totalitarismo. Por eso, hemos elaborado el borrador de una carta abierta que le adjuntamos, no como expresión de un grupo, asociación o movimiento sino para que la Nación cubana, en parte esclavizada en la isla, en parte dispersa por todos los rincones del planeta, levante su voz ante quienes continúan respaldando como legítimo al régimen de La Habana.
Y estamos solicitando la cooperación de los promotores de este Congreso en la revisión de su texto y sugerencias sobre adiciones o eliminaciones necesarias. Pretendemos hacerla llegar a la mayor cantidad de organizaciones de la isla y el exilio y a la mayor cantidad de cubanos individualmente. A todos pediremos su respaldo a esos planteamientos. Si tienen alguna sugerencia, por favor, déjenosla saber lo antes posible, porque el tiempo apremia.
Gracias nuevamente por esa tribuna que han abierto,

martes, 13 de octubre de 2009

VINDICACION DE LA POESIA por osvaldo raya

Pero vaya infamia ¿cómo es eso de que le llamen poesía a la cursilería y la ridiculez? ¿Cómo es posible que aún a estas alturas del pensamiento humano se haya desoído tanto a hombres como el norteamericano Ralph W. Emerson y el cubano José Martí quienes se refirieron a este concepto como a algo mayor, trascendente y elevado? Y lo peor: ¿cómo desoírse a sí mismos y desoír lo divino ‒acaso lo poético‒ que cada individuo lleva consigo como un rasgo inherente pero demasiado profundo, sólo visible después de la monda y la purga? ¡Dios mío!... y ¿cómo es que no se enteran de qué cosa es en sí la poesía, si cada cual la trae consigo, como potencia y semilla y no como exorcismo exterior o traje de señorón o señora?

Es triste ver tanta alma empobrecida y atrasada, que rehúye de todas las demandas de la energía arrolladora y exigente de la nueva era. El poeta no puede oler a moho ni tampoco llevar ese aroma escandaloso y estridente, como de quien quiere forzar por espejismo la elegancia. El poeta ya trae, porque le es inherente, la fragancia de Dios y sabe hablar con Él y de Él, y entenderse con sus silencios. Al templo de la Poesía no se lleva lo efímero. De sus incensarios sólo sale un humo perdurable. La poesía, como es esencia, no es vieja ni nueva: es eterna; y no la hace inmortal el afeite empalagoso en la palabra ni en el entorno de ella.

Y… ¿qué tiene, entonces, de eterno o poético el que versifica su bobería y su narcisismo y pone aquella voz frágil como de inexcusables amaneramiento y dramatismo para explicar ‒porque explica y no sugiere‒ una sarta de cosas intrascendentes y sensibleras, de comadreos almibarados y de bengalas que los tontos lanzan para festejar su tontería?¿O que es lo que le hace creer a algunos que el brillito y azulito plateado y los corazones sangrantes y los cisnes y esa musiquilla instrumental como de violinista que se quedó dormido puesta de complemento al engolado recitador son ingredientes que caracterizan un diseño o un ambiente que sea digno de llamarse poético? ¡Y a qué concurso puede convocar ‒y qué premio puede otorgar‒ el jurado que evalúa acaso cuál de estos cerdos parnasianos escribe la mejor bazofia! Ayer casi me infarto. Me asusté cuando encontré en el internet algo insultante. Era la convocatoria de un concurso de poesía y el anuncio de la próxima tertulia. Yo sentí pena ajena cuando vi que no encajaba aquello de «esta es una web dedicada a todos los amantes de la poesía» con aquel diseño que no lucía color sino coloretes y aquella foto del perfil de la administradora de esta página ‒ya muy madurita para esto‒, con una pose así como de quinceañera en sus quince, tiradita en el suelo y sonriendo con las dos manitas puestas así, apuntalando el mentón y la mejilla sobremaquillada. ¿Y qué era aquello? ¿El templo de la Poesía o el lupanar a donde la llevaban a prostituirse… o era el mismísimo matadero? ¡A qué describir aquí los textos que seguían a la rimbombante presentación! Nada, que la tertulia que anunciaba esta web debe de ser como aquella otra a la que fui invitado por una amiga, con las mejores intenciones, y en la que apenas pude estar durante media hora. Fue suficiente ‒y habría sido suficiente menos tiempo aún‒ para darme cuenta de que estaba ante un espectáculo casi grotesco, una especie de comparsa de versificadores desesperados por declamar y recibir el aplauso vacío, nacido del compromiso y de la inercia. Recuerdo que tuve la sensación de estar en medio de una congregación ‒o secta secreta‒ de criaturas desfasadas y oxidadas que, so pretexto del verso, solían juntarse para drenar la soledad y recuperar el ego. Y hasta segunda parte hubo ‒me contaron después‒ en esta larguísima asamblea, tan pronto se acabó la hora de la merienda, cuando entonces recomenzó el circo y siguieron desfilando los recitadores por el podio, según los iba llamando el estirado presentador. Todo el mundo tendría su momento de gloria y esperaba su turno para leer su poema. Era como en la carnicería, cuando uno arranca el ticket de la ticketera y aguarda, a que cante el carnicero el número que le ha tocado. Y tan ansiosos estaban por leer lo que llevaban preparado que ni oían al recitador de turno. Nadie, en verdad, oía a nadie. Bien puede deducirse que muchos de los presuntos poetas participantes no sólo no prestaban atención al que tenía la palabra sino que tampoco, a lo largo de sus vidas, se la habían prestado a sí propios. Tal era ‒y no otra‒ la razón por la cual se notaba que ninguno de ellos había tenido un verdadero encuentro con lo poético: un encuentro con lo celestial de sí. Aquél, indiscutiblemente, no era un ambiente que tuviese que ver con la poesía y, por el contrario, resultaba un insulto a ella.

Lo que condeno no es la falta de cultura o de oficio sino la falta de naturalidad y la sordera. Y señalo con dureza ‒casi ira‒ la picuencia ‒como se dice allá en Cuba‒, la pose esa como de provinciano bruto que llega a la ciudad y se finge fino y culto, como si se avergonzase de su modo auténtico y troncal pero a quien de todas maneras se le sale la torpeza; aunque la lleve vestida de satín. Lo que condeno es lo simplón y no lo sencillo. No hay ninguna razón para aceptar como poético lo kitsch, ese lenguaje inflado a que parezca grandilocuente y esas frasecitas demasiado holladas. Son, pues, una estafa ciertas ideas y proposiciones ‒muy manidas‒ vendidas como nuevas y que el espíritu experimentado y superior las rechaza por obvias y primarias.

Escuchemos, pues, la arenga de Martí: «hay que vindicar: poesía es esencia.» (*)
------------------------------------------------------------------------------------------------- (*) Martí, José: Obras Completas; t. 21, p.175. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1975
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lunes, 12 de octubre de 2009

EPISTOLARIO por osvaldo raya

No sé cuál otra carta podría escribirle yo a un amigo ‒o a una amiga‒ que no fuese una carta de amor. Las otras no sé escribirlas por eso, porque no son cartas de amor. No las son, por ejemplo, las de los acreedores ni las que llegan dentro de un sobre grande, como de diez cuños, quién sabe si para dejarte saber que han decidido prescindir de ti en tu trabajo y te presentes ante Recursos Humanos en la fecha fijada para arreglar ciertos detalles. Tampoco lo es la que envía el médico con la próxima cita ni aquella que es aviso oficial pero a la vez parece responso; porque dice que has de enviar, sin falta, ciertos documentos, en el plazo que indican y, además, un cheque con la cantidad estipulada en el segundo párrafo para los gastos de trámite (de lo contrario podrías tener problemas con la ley y hasta con el mundo entero). Y ¡qué va a ser una carta de amor la póliza de seguro! Ni los panfletos y volantes de la mercadotecnia lo son. Ni esa cursilísima tarjeta con las condolecías por la muerte de tu tía ni el reporte del banco donde te informan del estado de tu cuenta. Ninguna de éstas. Ni las que traen la factura de la luz o la del agua o del teléfono. Ni siquiera es de amor ésa de discurso melífico ‒pero muy bien artillado‒ que pretende manipularte para conseguir de ti un jugoso donativo ni aquella otra que es la invitación para la boda de tu prima o para el bautizo del hijo de tu jefe o para la fiesta de graduación de tu sobrino preferido: Ninguna. Ninguna. Ninguna…

Puede decirse que pocas veces en estos tiempos alguien recibe en su buzón del correo postal una carta de amor. Siendo así, he decidido mandarle una, a cada uno de mis amigos, que diga más o menos así:

Carísimo mío:

Ahora mismo estaba pensando en ti y tal pensamiento me trajo tanta alegría que no he podido evitar escribirte para volverte a decir algo que ya sabes pero que nunca está demás repetírselo a un amigo como tú: «Te quiero mucho. Muchísimo.»
Sin más ‒¿a qué más?‒ un abrazo grandote y mi bendición.

Tuyo siempre

sábado, 10 de octubre de 2009

POESIA por osvaldo raya

La poesía es síntesis. Se la puede descubrir en prosa o en verso, o en un ensayo y hasta en una epístola. No he visto cosa tan poética como el logo de la marca Nike, representada por un sencillo checkmark; con lo cual dice mucho ‒todo un discurso‒ acerca de la calidad de estos productos. Y sé de chistes protagonizados por el mítico y popular Pepito ‒o Jaimito‒ muy poéticos; porque se trasluce en ellos una gran habilidad para la atrapar lo esencial y no quedarse varado en lo accidental y específico. Poesía hay en todo lo que logre la hazaña de la concreción y es poeta aquél que se comunica eficientemente y respeta la inteligencia de su prójimo. Y para ser poeta no hay que ser intelectual sino hombre adelantado y lleno de luz propia y dotado, al cabo, tan sólo, de adultez de espíritu; porque sabe cómo reconocer lo grande y lo útil y cómo trasmitir con eficiencia el amor y el consuelo. La primera virtud del poeta no es literaria y sí esencialmente humana. Poesía no es, pues, lastre ni adición. No es carga. Y sí ascensión y desapego. Ligereza. Ala. Y claro que no es recurrencia sino el encuentro con lo virginal, que asombra y levanta. Dígase que la poesía es sugerencia y es el símbolo fresco que da en la diana y la palabra que traspasa y se va más allá, y el canto sencillo pero sacudidor ‒como ese del himno de la patria que, por muy mal rimada que puedan estar sus estrofas o muy exageradamente enardecidas, es capaz de sintetizar y abarcar las emociones y la historia entera de un país. Por eso el himno de la patria es poesía y la canción de cuna que logra que el niño se duerma sonriendo y el cuento de la abuela que ilumina y ensimisma. Y hasta vale la copla popular ‒apenas pulida‒ que viene al punto y entronca con las exigencias de la circunstancia viva y logra mover lo visceral, como el mejor de los discursos y abarcar, de forma muy compacta, un millón de mensajes.

Yo sé, por ejemplo, que al indígena, tan apartado de lo urbano y sazonado con ingredientes naturales, no le sobra una sola palabra ‒ni pone adornos de más‒ cuando habla como hablan sus dioses y se refiere con orgullo y enmudecedora sabiduría a su entorno y a la convivencia purificadora con la naturaleza. Ah pero el indígena antes que oír los sonidos seductores de afuera y antes de abrir sus ojos al paisaje extraordinario, oye su propia música interior ‒el arpa de su alma‒ y contempla ese paisaje visceral donde anida su espíritu y crece la poesía.
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miércoles, 7 de octubre de 2009

LA VALENTIA por osvaldo raya

La valentía no es el atributo que identifica al bravucón de barrio, a ese embrión de terrorista que abunda por las calles de todas las ciudades. No puede ser valiente sino cobarde el delincuente y el provocador, el violador, el ladrón, el que no tiene la fuerza de carácter suficiente como para luchar de frente y caminar por el camino recto. Solo los que tienen fobia al trabajo y al sacrificio, optan por los atajos y los senderos torcidos. Son exactamente ejemplo de cobardes, de personas excesivamente débiles, sin bandera ni principios. Ser un hombre valiente no necesariamente es el que no tiene temor de enfrentarse a puñetazos con otro hombre o de vérselas con la bestia más brava. El hombre bueno siempre es un hombre valiente. La bondad ‒si es autentica‒ es un pilar bien afincado, que cualquiera no puede derribarlo y hay que ser bravo de espíritu para salir intacto de la tormenta y seguir enhiesto, con la cabeza alzada. Es duro y difícil ser bueno y exige de nosotros valor y firmeza; en cambio, es fácil ser malo, ser tramposo o asesino porque, para ello, ni son necesarios el arrojo y el valor. Por eso digo que la valentía es un concepto asociado a las cimas humanas y no a sus bajezas; pues no es otra cosa que una actitud cabal en la batalla mayor: la lucha por el mejoramiento humano, por tratar de vivir a la altura de los requerimientos de los nuevos tiempos y de la propia divinidad.

No siempre el bravucón ‒el gallito‒ tiene lo que tiene que tener un hombre para no caer en debilidades como las drogas o el alcoholismo, para no traicionar al amigo, para amarlo y apoyarlo, para sostener unida y amparada a su familia. No siempre el bravucón tiene bien puesta la faja en sus pantalones para educar como es debido a sus hijos y para guiarlos en el bien y en el amor. Mantener una hoja de vida limpia ante la sociedad, exige de cada cual la valentía que hace falta para no corromperse y resistir los embates de la economía, sin acudir a los facilismos y las alternativas de la ilegalidad y el crimen. El hombre honesto es un hombre valiente. Y el hombre apegado a la ley y a las normas de la convivencia social. Cada individuo debe ser capaz de hacer valer los valores morales en los que cree y debera defender, contra todo pronóstico de fracaso, su ética rigurosa. Y bravo es el que decide no delinquir, no ceder a las tentaciones y vivir sobre la base de la legalidad y el trabajo; a pesar de los cantos de provocadoras sirenas. Pero un cobarde es siempre camaleónico y oportunista y es el que cae fácilmente en las trampas demoniacas de la ambición y de la falta de fe en la virtud. Cobardes son los que no se comprometen con ninguna postura o con ningún ideal y van de un lado a otro, según sople el viento. Las posiciones relativistas, la contrición, la dualidad de carácter son características de aquel que carece de valentía y virilidad. No se puede vivir como un equilibrista pretextando ser justo y equitativo ‒optando por posiciones mediadoras o de un tercer bando, enajenado e indiferente‒; porque así quedarían demasiados espacios en blanco, demasiados vacíos en las soluciones de los problemas. El que vive replegado no vive. Hay que batallar y mirar cara a cara los desafíos de la existencia. El que evade el amor es un cobarde y el que evade la vida y las responsabilidades en la lucha por el mejoramiento de la sociedad humana. Es un miedoso el indiferente, el petimetre, el wannabe, el que mira el juego desde afuera y el que reniega de su compromiso con las verdades universales y de su misión aquí en la tierra. Los que no tienen una postura firme ‒los que no se pronuncian ni se definen ante los retos de la sociedad o la política‒ no son hombres valientes sino cobardes, aunque no sientan miedo de batirse con un león enfurecido. La vida es un león aún más fiero y grande, más temible. Mucho valor hace falta para amar y no traicionar, para ser fiel y solidario, para vivir con dignidad y vergüenza.

La patria no necesita bravucones de barrio ni gallitos de pelea sino hombres valientes, capaces de sostener firmemente sus ideales y de asumir una postura clara y definida, capaces de llevar hasta las últimas consecuencias los credos de la libertad y la justicia. La libertad de Cuba precisa de hombres leales y rectos, convencidos de Dios y fieles a sí mismos.
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lunes, 5 de octubre de 2009

PARTIDISMO LITERARIO por osvaldo raya

Tuve un amigo empeñado en incursionar en los terrenos de la literatura. Y fue así que, al otro día de descubrir a Góngora, se afilió al Partido Culterano, para ocultar, so pretexto de lo intrincado y barroco, su atormentadora mediocridad. Y pronto fue elegido alcalde de una oscura municipalidad de articulistas y letrados en general, todos de la misma estirpe de atrezzo. Entonces la alcaldía lazó la convocatoria para un campeonato; a fin de premiar a aquel poeta o redactor que escribiese una obra que se distinguiese tanto por sus vericuetos entre lo innecesario y lo vacío como por el ingenio de su autor a la hora de elaborar esos códigos estúpidamente indescifrables. Siendo de este modo, el primer lugar sería dado al que lograse que el lector se declarase incapaz para entender lo escrito. Yo mismo me califiqué de incompetente, al leer la obra premiada. Por supuesto que el ganador fue mi amigo quien, a la vez de concursante, había sido jurado.

El Partido Culterano no se diferenciaba mucho de sus opositores los del Partido Kitsch. La cursilería de este último era demasiado ruda y evidente; en tanto, que la cursilería del primero parecía quedar disimulada con el invento de incoherentes e innecesarias cadenas de metáforas del tipo «el arma de plata de la vertebra de vitrales rajados por el orgullo del plástico que adorna el semental de trenes sirgadores del calcio acorralado en las estalactitas de las horcas caudinas del olvido, me incrimina sobre enhiestos vegetales heridos por tu hiperestésica canción de despedida.» Este texto me produce las mismas ganas de reír ‒o de llorar‒ que aquel otro del tipo «dentro de mi sangrante corazón, tú eres como la rosa de mi querer y el rocío de tus pétalos son las lágrimas de mi sufrir.» ¡Por Dios… poetas no son ‒ni nada‒ los afiliados de estos dos partidos!

Sólo hay un partido en poesía ‒y en toda la literatura‒: el Partido de lo Auténtico.
http://osvaldo-raya.blogspot.com/

FREEDOM FLIGHT

FREEDOM FLIGHT
por ANGEL PEREZ pintor cubano-americano