sábado, 28 de marzo de 2009

EL SOLDADO MAS PEQUEÑO por osvaldo raya





De niño, me inculcaron la religión católica y otras tradiciones religiosas de Cuba. En casa siempre se veneró a San Lázaro, el santo de las muletas, y mi madre me había encomendado a él. Por eso es que me llamo Osvaldo Lázaro y llevo al cuello una medallita de oro con su imagen. A los 11 años de edad, a penas el primer día en que ingresé para hacer los grados de secundaria básica, en un internado militar vocacional, un sargento, al descubrir mi cadena y la imagen dorada de mi santo, me dijo: «quítate eso: quién ha visto que un soldado revolucionario sea religioso: desde hoy eres ateo. Es una orden.» Y entonces cuando vi a mi madre, el día en que salí de pase, le dije que yo era ateo y le di a guardar la medallita. Era la primera vez que dormía fuera de mi casa y quedaba a merced de una educación extra-familiar.


Era el año 1967. Para entonces el gobierno había lanzado una campaña para que los niños que, como yo, habían terminado el sexto grado, se apuntaran para hacerse maestros en un curso de formación que se estimaba que durase unos cuatro o cinco años en escuelas internas fuera de la cuidad de La Habana. Unos cursos serían por allá en la provincia de Oriente y otros en Topes de Collantes, en las montañas del Escambray y luego en la provincia de Matanzas. El último curso sería en Tarará, en el este de La Habana. Yo de niño jugaba a ser el maestro. Siempre quise ser maestro. Y finalmente esa fue la carrera que estudié y ejercí con todo mi amor, lo cual me produjo los momentos más felices de mi vida. Y por eso fue que me embullé muchísimo con la campaña gubernamental de captación de maestros. Pero por mucho que le insistí, llorando, a mi madre, ella no transó. Mamá, sabiéndome asmático y debilucho, no me imaginaba tan lejos de casa y a pupilo.


Con tal de que me olvidara de la descabellada idea de irme estudiar, tan lejos y con dos permisos anuales para ir a la casa, mi madre misma me mostró la alternativa de internarme ‒esta vez con salidas semanales‒ en una escuela militar para niños de la enseñanza secundaria quienes luego terminarían su carrera en las grandes academias del ejército cubano. De ahí que empecé mi secundaria vestidito de soldado. Pero resulta que antes de comenzar el curso, los estudiantes deberíamos pasarnos unos 45 días sembrando posturas de café en la zona más remota del occidente de Cuba. Era la primera vez que yo no dormía en mi casa tantos días. Sin embargo, yo estaba tan sorprendido con la novedad que hasta la disfrutaba como una aventura de niños, como un juego. Después de aquellos días en que tantos niños servimos de fuerza de trabajo ‒sin paga‒ en los campos de Pinar del Río, comenzó el curso escolar. Y fue muy gracioso verme así, luego de levantarme a las cinco y media de la mañana, marchando todo el día y dando clases de tiro y de estrategia militar, además de las asignaturas propias de mi escolaridad. En las clases militares me enseñaron a matar pero yo no aprendí. A mí aquellas granadas de madera de los entrenamientos me caían ahí mismo, en mis pies, y el sargento jefe me decía que yo era hombre muerto. Tampoco nunca un tiro mío ni siquiera rozó el blanco.

Allí, en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos (E.M.C.C.) ‒conocida también como Los Camilitos‒, me susurraron, en cada clase de ciencias políticas o de historia o en cada entrenamiento, el evangelio del odio. Los que no son revolucionarios merecían la defenestración y hasta el fusilamiento y era propio del hombre nuevo denunciar a todo ciudadano desafecto al proceso revolucionario, aun si fuese nuestro amigo o nuestra madre o nuestro padre. Nuestra verdadera familia era la revolución socialista y nuestro padre el Comandante en Jefe. Me prohibieron ir a la iglesia y me exigieron abstenerme de todo contacto con esa parte de mi familia que vivía exiliada en los Estados Unidos; ya que ese país era enemigo de la Revolución Cubana y tanto mi abuelita, mis tías y mis primitos eran traidores a la patria. Era importante que los odiase para siempre. Yo, como soldado no podía ‒por nada de este mundo‒ faltar a estos requerimientos; de lo contrario podría ser expulsado deshonrosamente de la escuela y pasar al status de paria.


Para ser una isla tan pequeña, Cuba tenía un ejército demasiado grande y bien artillado, asesorado ‒claro está‒ por la madre-patria de todos los países comunistas: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.), de donde procedía toda la técnica y el armamento. Entre todas las armas se distinguía especialmente aquella AKM que yo armaba y desarmaba como el perito armero más pequeño ‒y menos hábil‒ del país. Pero eso del ser el soldado más desfavorecido por su tamaño corporal, me costó que el mismísimo Comandante «Gallego» Fernández, en persona, en una visita de inspección del Estado Mayor, tomándome por la cintura, me elevara por encima de su cabeza y me dijese: «te ordeno crecer.» Y al otro día ya estaba yo adentro de un jeep de guerra en camino al Hospital Militar «Carlos J. Finlay», para asistir a una consulta con una endocrinóloga. Aquella doctora sabía que tenía la misión de hacerme crecer a toda costa. Entonces, como parte de un extraño tratamiento, comenzaron a inyectarme ciertas dosis de insulina cada mañana y una pastilla diaria de levotiroxina de 30 mcg; a parte de una dieta de sobrealimentación, en el almuerzo (comida) y la cena. El resultado, luego de dos años de la inusual medicación, fue aquel desajuste en mi metabolismo que acabó en una operación para extirparme toda la glándula tiroides. A partir de aquel momento y de por vida, estoy obligado a suministrarme artificialmente la tiroxina. En fin, que dejé de ser el soldado más chiquito de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, no porque sobrepasé las medidas de la altura de mi cuerpo sino porque me dieron baja médica de Los Camilitos y me deshabilitaron para siempre de la vida militar. Y gracias a Dios que fue así. Semejante diagnostico, reflejado en un estrujado y amarillento certificado médico, me sirvió para liberarme del Servicio Militar y de los entrenamientos dominicales de las llamadas Milicias de Tropas Territoriales (ejército de voluntarios civiles ‒que era civil pero no voluntario). También escapé de lo peor: de la guerra de Angola, aquella que Cuba se empeñaba en ganar, a miles de millas de su propio territorio, contra un ejército irregular de opositores al régimen angolano y contra sus aliados sudafricanos. Todo para lucir ante el mundo el poder de un ejército repleto de quintos ‒casi niños‒ entrenados para odiar.


Nunca tuve vocación de soldado. Nunca. Y preferí ser maestro y entrenar a los hombres para amar.

3 comentarios:

  1. estoy impactado y sin palabras con lo que acabo de leer? asi que a ese extremismo salvaje llegaron contigo?!?!?!??! te sacaron la tiroides por esa estupida idea de ese jefecito de que tenias que crecer????????????
    Que RABIA dan esas cosas!!!! GGRRRRRR. Mi papa es teniente coronel retirado, imagino como fue la cosa. Soy cristiano, en el servicio militar obligatorio querian ponerme en la carcel por profesar mi fe y compartirla, lo que pase fue terrible tambien.

    ResponderEliminar
  2. Me encanta este post, lo que dices es tan real que no lo puedo creer. Disculpa la semantica pero es asi. Te escribo por aca pues no hay un email en tu perfil para hacerlo. Gracias por unirte a mi blog Joven por Cuba y la justicia y espero que te unas tambien al otro que tengo. Me apena que un profesor de espanol me visite pues no ostento una ortografia muy buena en los post que tengo en el blog pero lo que vale es el contenido y espero le agrade. Gracias de nuevo.

    Carlos M Paez.

    Pondre su blog en el mio y espero no le moleste me tome la libertad de exponer este post en mi blog, pues ayuda mucho y engrandese la idea inicial por la cual mi blog fue creado.

    ResponderEliminar
  3. Verdaderamente que tu articulo esta listo como para mandarselo a Jaime Bayly; el tiene un programa desde Miami que se ve en muchos lugares de los Estados Unidos, tambien tiene otro programa desde Peru que se llama "El Francotirador. Yo casi estoy segura de que tu historia le serviria a este periodista como una colaboracion para sus programa de comentarios. De todos es sabido que Bayly es anticounista,es agudo, elegante e irreverente y pone en alerta a la gente sobre el populismo y la demagogia de muchos dirigentesd latinoamericanos; sus programas se ven en muchos paises de Centro y Sur America. Lo que has contado es como una "tragicomedia", si no fuera tan terriblemente dramatico es como para morirse de la risa. Todo lo que has padecido es el resultado de la medicacion inadecuada en la Escuela Militar, por eso la gente tiene que estar informada de como "opera" una Dictadura Comunista y Totalitaria, ya que en estos momentos en muchos paises de Centro y Sur America, las personas estan apoyando esa corriente de "Populismo Izquierdista", que es igual que decir un "Comunismo Mierdero.

    ResponderEliminar

FREEDOM FLIGHT

FREEDOM FLIGHT
por ANGEL PEREZ pintor cubano-americano